Escribe: Víctor Miranda Ormachea

Cuando Björk irrumpió en los escenarios de los 90 con vestidos-cyborg y aullidos poshumanos, nadie la hubiera llamado «madre». Hoy, en cambio, el término brota en memes, tweets y reseñas como una redundancia. Y es que más que un halago, significa una consagración. Figuras como FKA Twigs, Kate Bush, Lana del Rey, SOPHIE, PJ Harvey, Kali Uchis o Ethel Cain han sido elevadas a esta cripta pop donde «madre» no designa maternidad biológica, sino un sacerdocio cultural. Detrás de esta etiqueta yace un fenómeno que mezcla ball culture, orfandad generacional y teología digital.

1. Génesis en la ballroom: cuando «mother» era una jerarquía, no un meme

    El término «mother» no nació en TikTok, sino en los salones clandestinos de Harlem donde la comunidad queer afroamericana y latina competía en balls (evento competitivo donde participantes desfilan, bailan o actúan en categorías específicas, imitando y exagerando estándares de belleza, elegancia, género o estilos de la cultura dominante, pero con un giro irónico y subversivo) desde los años 70. En este contexto, «Mother» era la matriarca de una house, la líder que ofrecía refugio, estilo y supervivencia a jóvenes expulsados de sus hogares. Esta figura encarnaba autoridad creativa y protección emocional; un rol que trascendía lo biológico para volverse simbólico.

    Con la popularización de RuPaul’s Drag Race (2009), el término se filtró al mainstream, pero fue en internet donde mutó. Al llamar «mother» a Björk o Kate Bush, los usuarios no aludían a su edad o fertilidad, sino a su capacidad de parir estéticas, movimientos y legados. Por lo que la palabra es una herencia queer, pero despojada de su contexto original.

    2. Maternidades simbólicas: la artista como útero estético

    Decir «FKA Twigs is mother» en Twitter es un cumplido, pero sobre todo es un acto de mitología instantánea. En la jerga digital, «mother» implica que la artista ha generado un universo autónomo – sonoro, visual, emocional – que sus seguidores habitan como hijos devotos. Lana del Rey, por ejemplo, es «madre» de las «sadgirls»: su mezcla de nostalgia hollywoodense y melodrama tóxico nutrió a una generación que romantiza el dolor en TikTok.

    Este fenómeno tiene raíces en la psicología colectiva. Según la antropóloga Natasha Schüll, las comunidades online buscan «figuras de apego» dado que las instituciones tradicionales (familia, religión) han colapsado. Las «madres» del pop operan como santas laicas. Ethel Cain, con su doliente folk indie rock sobre traumas religiosos y violencia sureña, ofrece un evangelio para quienes se sienten huérfanos de fe.

    3. Orfandad generacional: cuando el arte reemplaza al hogar

    La Generación Z no inventó la veneración a las divas, pero sí la reconvirtió en un acto de filiación espiritual. Mientras los millennials tuvieron a Madonna o Cher como íconos camp, los zoomers abrazan a sus «madres» con fervor casi religioso. El sociólogo Zygmunt Bauman definió a este fenómeno como «modernidad líquida», un mundo sin estructuras sólidas donde el arte se vuelve refugio.

    Artistas como Kate Bush – cuya «Running Up That Hill» resucitó en Stranger Things- encarnan este rol. Su música, antes nicho, ahora es cobijo para adolescentes que ven en su misticismo femenino un antídoto contra la banalidad de Instagram. «Mother is mothering» («madre está ejerciendo su maternidad») es un comentario viral de dicha red; una frase que convierte la admiración en liturgia.

    4. Globalización del culto: de Harlem a Latinoamérica (pasando por Tumblr)

    El término migró de la ball culture a TikTok, pero su adaptación latinoamericana añade capas singularísimas. En México, por ejemplo, llamar «madre» a una artista dialoga con la tradición de santificar figuras femeninas (la Virgen de Guadalupe, la Santa Muerte, etc. son madres). Rosalía, tras lanzar «MOTOMAMI», fue coronada «madre» por fusionar flamenco con pop urbano e incluso hiperpop. Creando un sincretismo que resonó con la identidad híbrida de los jóvenes urbanos.

    Este fenómeno terminó siendo una reinvención. Al llamar «madre» a una cantante, los fans no solo alaban su música, sino que le asignan un rol en su biografía emocional. Como señala el filosofo Paul B. Preciado: «el cuerpo de la diva se vuelve territorio político», un espacio donde lo personal y lo colectivo se funden.

    5. ¿Devoción o ironía? El meme como sacramento

    Pero no todo es solemnidad. El uso de «mother» suele divagar entre la adoración y el meme absurdo. Publicar «Ethel Cain is mother and she’s coming to pick me up from soccer practice» como comentario a un video de «American Teenager» es tanto un chiste como una manifestación de fe. Esta ambigüedad es clave: el humor permite venerar sin caer en el fanatismo ciego. Es mas, la ironía refuerza el mito, al utilizar incansablemente «mother» como un meme, los usuarios normalizan su uso, integrando a estas artistas en un mausoleo pop donde lo sagrado y lo trivial coexisten.

    El algoritmo como padrino

    Si las «madres» del internet tienen millones de hijos, el algoritmo es su sacerdote. Plataformas como TikTok y Spotify no solo difunden su música, sino que ritualizan su consumo. Playlists como «Mother’s Day» o edits de «las 100 madres del pop» convierten la devoción en contenido. Lo que en lugar de trivializar el fenómeno, lo monetiza.

    Finalmente, como en toda mitología, el culto a las «madres» puede ser cárcel o refugio. Pero en un momento en donde hasta el trauma se vende como “commodity”, quizás estas figuras maternas – imperfectas, surrealistas, a veces grotescas – sean el único consuelo que no requiere suscripción. Como cantó Lana del Rey: «We were born to die». Así que mientras llega el final, mejor tener una «madre» que nos guíe con beats, coros y coreografías.