Por Jorge Condorcallo Ccama
23 de abril de este grandioso año
Día del libro y día del idioma español
Estimado alumno:
Te saludo con el rigor de la formalidad porque soy tu maestro, pero con el anhelo de que pronto seré tu compañero en esta distinguida fraternidad de lectores.
Qué momento maravilloso será para ti la primera vez que abras un libro con tus manos temblorosas por la curiosidad, sea la edad que tengas, y un miedo limpio te abracé el corazón porque no sabrás a dónde te podrá llevar esa puerta o portal —y no es una exageración decirlo— y qué significado guardará el aviso que han puesto en la entrada a manera de título de la obra, no pienses que es una advertencia, por el contrario, te aseguro que será la promesa de un viaje maravilloso.
El cobarde retrocederá —¡tú no eres uno! —. Se negará al destino de las cuatrocientas y tantas páginas porque se sentirá ante un abismo sin fin sin saber que luego se abrirá un cielo claro si se atreve a continuar; el temeroso soltará el libro que pesará una tonelada en sus prejuicios de lo aburrido que es leer y preferirá volver a la mansedumbre que produce la pantalla del teléfono con el Wasap, el Facebook, los juegos y las modernas aplicaciones del alelamiento. El valiente —¡tú lo eres! — traspasará el índice sin titubear, remontará el prólogo y pisará el primer párrafo con lanza en ristre y decisión de caballero medieval en busca de hazañas en tierras no exploradas.
Sí, el primer libro suele ser fundamental y surge, casi siempre, del descubrimiento fortuito y afortunado. Yo te digo que no existe una receta mágica para encontrar el libro ideal que active el hábito de leer porque los buenos libros provienen de cualquier lado, del lugar menos pensado: el aburrimiento, la necesidad, el azar, un regalo, una difícil tarea que harás a regañadientes y de la insalvable curiosidad; por ejemplo, conozco el caso ejemplar de un buen amigo que encontró al primer amor de su vida, la lectura de libros de viajes fantásticos, luego de revolver un cajón que guardaba las cosas viejas de sus abuelos, de ese olvido polvoriento emergió el Nautilus, la magnífica nave del capitán Nemo; la hojeó y hojeó y ¡Chan!, la inesperada aventura lo reclutó por cuatro semanas enteras, con sus días y sus noches. Mi amigo al volver a tierra firme no era el mismo.
El primer encuentro es también un ritual de iniciación para la que será tu nueva vida, ¡Padawan de los libros!, para un lector el mundo cambia por completo, incluso el tiempo transcurre a otro ritmo porque un buen libro y un buen lector transforman las horas en minutos y los minutos en segundos; el libro ocupará un sitio central en tu habitación, lo llevarás contigo a donde quieras y cuidarás de él como un tesoro sin igual para apreciarlo en una secreta comunión y otras veces para aclamarlo en público por la excelente experiencia que significó para ti. Futuro lector, conocerás el arte de utilizar cualquier objeto que tengas a la mano para marcar tu parada: una regla, el recibo de la luz, una tarjeta de crédito caducada o el DNI Amarillo de tu identidad señalarán la página en la que dejaste en “hasta luego” tu lectura; aprenderás a marcar las frases que te asombrarán y a hacer anotaciones en sus márgenes, ¡no temas hacerlo!, es tu libro y son tus conversaciones y cariños con ese amigo nuevo; también sabrás aprovechar las horas de la madrugada que han sido bendecidas con el mejor silencio del día; a contemplar la página envejecida y levitar en el olor a libro nuevo; a cuidar tus libros de sus enemigos naturales: la humedad, el polvo y el fulano que lo solicita en préstamo y jura devolverlo pronto. Te advierto y lo suscribo: ¡No volverás a ver tu fascinante antología de cuentos, jamás!
Es mi deber darte el aviso: animado por ese primer libro emplearás cualquier hora y lugar para seguir leyendo, si es así veo necesaria la siguiente confidencia que te sonará a broma, sin embargo, es anécdota: si te atreves a leer en el bus de camino al colegio ten mucho cuidado con los rompemuelles de la pista ya que el voluminoso libro de tapa dura que te deleita podría salir volando por la puerta del vehículo ante el asombro del cobrador, los pasajeros y más aún del pobre peatón que no esperaba tremendo encuentro con la literatura.
Esta afición te hará temerario en tus decisiones y acciones al punto de, lo he visto y sancionado, fingir que lees con suma atención lo que ha ordenado el maestro que controla al salón desde su pupitre cuando en realidad te desvives en la novelita de terror escondida bajo el abrazo de su primo lejano: el prehistórico tomó uno de la Historia del Perú y de América.

Porque no te voy a mentir, y no quiero hacer una posdata, te confieso que no todos los libros son elecciones a voluntad de aventuras amenas y sencillas de leer, los habrá que tengas que hacer por obligación y más complicados que papá, mamá y las ecuaciones diferenciales. Si tienes la suerte de encontrar uno que parezca un laberinto de palabras, no te des por vencido, no eches ese y todos los libros al tacho del desprecio por el mal recuerdo. Que la derrota sea un desafío para ti que quizás no lograrás superar de inmediato ya que necesitarás ejercitarte con otros textos, desarrolla tus habilidades hasta que estés listo para volver a encarar las páginas que te vencieron. Luego, estoy casi seguro, lograrás entenderlas por completo y si todavía no lo consigues, pues, caballeros, ¡a seguir leyendo! que el esfuerzo siempre tiene premio.
La primera historia sea de amor o de fantasmas o de fantasmas enamorados abrirá tu voraz apetito por más historias; un libro te llevará a otros libros y de un primer ejemplar que te obsequiaron o compraste con tus ahorros de escolar pasarás a notar que harán falta repisas en las paredes para colocar la cantidad de libros que habitarán en tu casa y en tu teléfono porque hoy son tan valiosas y bellas las galerías de libros reales como virtuales, siempre y cuando no solo sean piezas decorativas. Mira el destino que te aguarda, es de una riqueza incomparable y por tanto de una responsabilidad similar.
Ya acabo —no te impacientes— no quiero quitarte más tiempo valioso para que vuelvas a tu cita con Borges, Vargas Llosa, Shelley, Dumas o, quién sabe, Dawkins.
Será un libro, ya verás, no sé cuándo ni cómo ni donde, pero será un libro el que te llevará a la primera verdad; te deslumbrará en medio de la oscuridad y querrás seguir avanzando por más luz y sin temor a donde te lleve la vereda. Te hallarás, frente a frente, con la desagradable evidencia que echará por tierra tus creencias; te sobrecogerá, te será incómoda, estoy seguro, y vencida la primera impresión, fortalecido, rendirás admiración a la genuina belleza del conocimiento, sin importar de dónde venga.
Quisiera hablarte del primer libro que conocí, lo haré el día que menos lo sospeches; aunque, deseo más que nada que seas tú quien me cuente de tu primer libro extraordinario que te encontró y creeré cada palabra porque hablarás de él con el mismo fervor con el que habla un adolescente enamorado de su amor correspondido; de esos ojos, de esas manos y de esa sonrisa de primera vez porque eso es leer: una pasión única, incontrastable e irresistible. Ya verás, así será, amigo mío.
Firmo y vuelvo a mis actividades con la esperanza de que hoy, 23 de abril, un libro estará presente en tus manos y en tu vida.
Atentamente.
Prof. Jorge Condorcallo