Arequipa tiene un rincón dulce y ancestral. Allí, entre los puestos de artesanías y los murmullos de los turistas, una mujer ha tejido su vida con hebras de azúcar y tradición. Sus manos, curtidas por décadas de trabajo, moldean melcochas con la misma destreza de hace treinta años. Su historia es un testimonio de sabores que ha endulzado generaciones y todavía se resiste al paso del tiempo.

Estos dulces, elaborados con azúcar, agua, maní, limón y especias aromáticas, son el resultado de una receta ancestral que Raquel Coloma Hidalgo aprendió de un viajero cajamarquino en la década de los 90, cuando tenía 35 años. Y que ahora se encarga de preservar hasta sus últimos días, pues es creyente de lo natural y del buen gusto.

“No hay otro punto de venta donde se encuentren estos dulces. Yo lo aprendí por casualidad de un poblador cajamarquino. Cuando retornó a su tierra, me dejó la responsabilidad de diversificar las melcochas. Hasta hoy lo intento, quiero que los arequipeños reconozcan el valor de estas delicias ancestrales”, cuenta Raquel mientras sostiene su bandeja de melcochas debajo del portal de la Municipalidad Provincial de Arequipa, donde todos los días se posiciona para engreír a sus clientes.

Raquel ha cultivado a sus clientes a lo largo de los años y ya saben donde encontrartal: la plaza de Armas de Arequipa.

La tradición sigue viva

Raquel es la única “melcochera” que distribuye estos dulces típicos en Arequipa, convirtiéndose en una guardiana de este sabor ancestral. Cada día, prepara sus melcochas con esmero, utilizando ingredientes naturales y sin conservantes, lo que garantiza un producto fresco y saludable. Ella lo elabora a mano, amasa el azúcar hasta alcanzar la consistencia deseada. Suave al morder y viscoso al masticar.

“El proceso no es tan complicado. Solo se necesita experiencia para lograr la textura perfecta. Hay que estar batiendo constantemente y estirando el azúcar hasta que tome punto de caramelo. Aquí no se utilizan conservantes ni preservantes, son cien por ciento artesanales”, añade Raquel al mismo tiempo que ofrece sus productos.

La lucha de Raquel por mantener viva esta tradición culinaria no ha sido fácil. A pesar de las dificultades, ha logrado construir una clientela fiel que valora la calidad y el sabor auténtico de sus productos. Su objetivo principal es claro: transmitir a las nuevas generaciones el valor de los productos naturales y el legado de los sabores ancestrales.

“Hay algunas personas que ya me conocen. Cuando se antojan de una golosina vienen a probar mis melcochas. Ellos saben que todo lo natural no les hace daño. Son pocos, pero no me puedo quejar. Me ha ido bien todos estos años. Casi a diario logro vender entre 30 a 40 bolsitas de melcochas de dos soles”, dice con una sonrisa en la cara. Sabe que la tradición aún está viva.

Dulces al paso

El corazón de Arequipa se ha convertido en su centro de trabajo, pero Raquel no pierde la esperanza de algún día tener una tienda física donde pueda exhibir sus creaciones y compartir su pasión con un público más amplio. Mientras tanto, continúa trabajando arduamente, viviendo del día a día. Y luchando por mantener viva la tradición de las melcochas artesanales.

“Como todo emprendedor sí me gustaría tener un local, pero ahora no es posible. Ya tengo 30 años como ambulante en la Plaza de Armas de Arequipa. Los que me conocen saben que siempre he ocupado este espacio. Sería más difícil encontrarme si es que me cambio de lugar. Creo que prefiero estar así”, concluye Raquel. A sus 65 años todavía tiene ganas de seguir elaborando sus melcochas dulces.

El trabajo de Raquel Coloma es un testimonio del espíritu emprendedor y la pasión por la tradición. Su dedicación a la elaboración de melcochas artesanales no solo endulza los paladares de quienes las prueban, sino que también preserva un legado culinario que forma parte de la identidad de Arequipa.

Con su sonrisa amable y sus manos expertas, se ha convertido en un personaje emblemático. Su historia es un recordatorio de que la perseverancia y la pasión pueden transformar una simple receta en un legado duradero. Ella nos espera todos los días en pleno corazón de Arequipa. Allá donde la historia se forja cada vez más y la tradición tiene mucho que contar.

Raque sueña como todo emprendedor con tener un local propio en el cual vender todas las variedades de sus exquisitas melcochas.