Por Augusto Santillana. Analista político
Una herencia política que nos dejó Alberto Fujimori, es ser el origen de la sucesión de crisis políticas en nuestro país. Destituido en el año 2000 y condenado por cargos de corrupción, malversación de fondos y violaciones de los derechos humanos. Desde entonces, las carreras políticas de la mayoría de los sucesores de Fujimori también han acabado en desgracia.
Alejandro Toledo (2001-2006), el primer hombre elegido presidente después de Fujimori, fue sentenciado el año pasado a más de 20 años de prisión por recibir millonarios sobornos de la constructora brasileña Odebrecht. En un escándalo que ha manchado a las élites políticas de toda América Latina.
Alan García (2006-2011) se suicidó en 2019, el día en que fiscales y policías iban a detenerlo en el marco de una investigación también vinculada a Odebrecht.
Ollanta Humala (2011-2016), sentenciado en abril por un tribunal de primera instancia a 15 años de prisión por recibir aportes ilícitos de campaña de Odebrecht y del gobierno venezolano. Siendo el último gobernante en haber culminado su período presidencial.
Pedro Pablo Kuczynski (2016-2018) dimitió tras dos años en el poder después de quedar envuelto en las tentáculos del escándalo Odebrecht, cuando salieron a la luz acusaciones de lavado de dinero. Hoy se encuentra bajo arresto domiciliario mientras continúa un juicio en su contra.
Martín Vizcarra (2018-2020) disolvió el Congreso al año siguiente de llegar al poder. Fue condenado a 14 años de cárcel por cohecho pasivo propio al recibir sobornos de dos empresas a cambio de dos proyectos de obra pública en Moquegua. El expresidente, ha apelado el fallo.
Manuel Merino (2020) Duró apenas cinco días en el puesto, en medio de masivas protestas. Fue reemplazado por Francisco Sagasti, quien completó el período de transición hasta 2021. El Congreso archivó en 2022 una denuncia constitucional en su contra por la represión contra los manifestantes, que dejó dos muertos.
Pedro Castillo (2021-2022), el último en estrenar una condena de 11 años, 5 meses y 15 días de prisión por el delito de conspiración para la rebelión.
Independientemente de las denuncias a la expresidenta vacada, Dina Boluarte quien también puede terminar con otras sentencias condenatorias por sus actos al frente de su gobierno. Nos preguntamos, ¿esto cuando va a parar? No dejamos de ser uno de los países más inestables a nivel político. Nuestros presidentes no duran en el cargo. Y, ya nadie está tranquilo por lo que le pueda pasar.
La sensación de inseguridad y desconcierto se viene cargando en la población. A decir del psiquiatra Carlos Bromley, la detención de los ex presidentes también impacta en la salud mental de los peruanos. Asegura el galeno, que lo primero que se daña es la confianza en la máxima autoridad nacional pues, aquella que nos debe garantizar estabilidad, seguridad y bienestar, no lo hace. Todo lo contrario -dice- nos genera estrés, incertidumbre, ansiedad, desesperanza e incluso depresión. “Es muy frustrante que, en quienes confiamos nos defrauden y nos hagan perder la confianza, la fe y la esperanza en un mejor presente y futuro”.
“Que, en quienes confiamos porque nos prometieron lo mejor de ellos, terminen usando su peor lado para beneficiarse ilegalmente pasando a formar parte de ese mundo criminal que detestamos y queremos eliminar de nuestra sociedad”. “El cinismo expresado por los expresidentes invalida la conducta intachable y los valores y principios por los que fueron elegidos y se vincula a la aparición de conceptos basados en el ‘todos son corruptos’.
Ahora, existe la tendencia en los comunicadores sociales, para que en las próximas elecciones generales no votemos por los partidos y sus candidatos que nos han defraudado y son los responsables de toda esta podredumbre política que nos rebalsa. Pero, qué nos asegura si votando por los otros candidatos que se estrenan en el redil, terminen igual o peor de corruptos y sentenciados en el devenir de sus mandatos. Frente este panorama, el psiquiatra recomienda: “limitar la exposición en medios y las conversaciones en torno a estos hechos evitando discusiones destructivas”. Y, «participar en actividades positivas familiar y socialmente”. Qué nos queda, mejor que nos gobierne un psiquiatra.




