Por Melissa Vargas Santos
En las calles de Paucarpata, donde el sonido de los talleres acompaña la rutina del distrito, hay un lugar donde los autos no solo se reparan: recuperan vida. Allí trabaja Nuyen Vargas Rucano, maestro en plancha y pintura con casi 30 años de trayectoria. Un hombre que hizo de su infancia austera, de sus juguetes de fierro y del olor a pintura, una carrera sólida y un negocio reconocido en toda Arequipa. Un maestro de plancha y pintura que no aprendió en aulas, sino en la “universidad de la vida”, como él mismo la llama.
Amigo de los fierros

Maestro Varguitas como muchos le dicen; con 52 años, Nuyen habla con la serenidad de quien ha ganado batallas a punta de esfuerzo. “Mis juguetes siempre fueron los fierros”, recuerda. Quizás ahí empezó la conexión profunda que tiene con los autos, a los que llama “mis amigos” dice con una sonrisa que mezcla nostalgia y orgullo. Su profesión no fue una decisión improvisada: fue un camino que se construyó desde que, siendo adolescente, limpiaba talleres, herramientas y observaba con atención el arte de enderezar un vehículo.
Convertirse en maestro no fue cuestión de ponerse un overol. Fue disciplina, curiosidad y constancia. “Los secretos no te los enseñan”, afirma. “La universidad de la vida es la mejor experiencia”. Así aprendió él: investigando, equivocándose, corrigiendo y perfeccionando cada técnica hasta dominar el planchado, la pintura y la soldadura.
Un taller con visión

Su decisión de independizarse nació tras pasar por decenas de talleres donde, más que falta de trabajo, veía falta de visión. La formalización, la presión de las entidades y los obstáculos administrativos le complicaron el camino. ¿Rendirse? Nunca estuvo en sus planes. “Mi familia es mi motor fundamental”, dice. Su esposa y sus hijas fueron la razón para seguir adelante y levantar su propio taller. Allí donde ahora no solo trabaja: también forma a jóvenes para que el arte no muera. “Falta mano calificada. Nosotros estamos aptos para enseñar a la gente joven que quiera aprender”, advierte.
Hoy, tras casi 30 años de experiencia, años de sacrificio, disciplina y noches de trabajo, Nuyen ha logrado lo que muchos sueñan: tener su marca, su prestigio y clientes que ya no lo ven como un maestro, sino como un amigo. “Me siento feliz. Gracias a ellos tengo que dar lo mejor, siempre con calidad y ética”, afirma. Y esa felicidad lo impulsa a pensar en grande: sueña con expandirse, abrir una tercera empresa y seguir creciendo.
Pero quizás lo más valioso que comparte es su mensaje para quienes quieren emprender: “Sin disciplina y sin metas no vas a llegar a ningún objetivo. La perseverancia es lo más importante”. No solo crea autos perfectos: también quiere formar personas. Lamenta que hoy haya poca mano de obra calificada y sueña con que su taller se convierta en un espacio donde jóvenes curiosos aprendan el arte del planchado y pintura.
Maestro en expansión

“Necesitamos gente nueva… gente que ame este trabajo”, insiste. Y mientras enseña, también sueña: expandirse, abrir una tercera empresa, dejar un legado. Porque si algo ha aprendido, es que la disciplina y la perseverancia cambian destinos. “Sin metas no hay camino. La disciplina lo es todo”, dice.
Desde su taller —ubicado en César Vallejo Mz. L Lote 10, Paucarpata— Nuyen sigue trabajando, soñando y perfeccionando cada detalle. Cada auto que entra es una historia por reparar; cada cliente que sale, un nuevo amigo; y cada día, una prueba más de que los fierros también pueden construir futuros.




