Héctor Abad Faciolince: La espiral de violencia

Por Jorge Luis Quispe Huamaní

El colombiano Héctor Abad Faciolince acaba de publicar un libro con un título lapidario: “Ahora y en la hora”. Se trata de un relato que narra la aterradora experiencia que sufrió el autor. Convencido por dos editoras ucranianas quienes habían traducido, editado y publicado “El olvido que seremos” en Donetsk, el escritor viajó sin sospechar lo que viviría. Los rusos atacaron Ucrania, lanzaron una bomba, la periodista Victoria Amelinay dos niñas, gemelas murieron frente a él. 

Don Héctor, buenas tardes. Usted perdió a su padre por la violencia y usted mismo, producto de la violencia, ha escrito su último libro, “Ahora y en la hora”. ¿Cómo debemos entender la violencia en estos tiempos? Ahora, especialmente en América Latina.

Yo creo que la violencia no ha cambiado tanto. Desde los tiempos antiguos, desde los primeros registros de guerras y de hechos violentos, digamos, en la Ilíada, por ejemplo, la violencia es algo que produce un desorden, un desbarajuste familiar, social, personal, que lo podemos leer cuando Héctor mata al hijo de Aquiles. O desde cuando Aquiles mata a Héctor, el sufrimiento del padre, de la esposa, del hijo de Héctor no ha cambiado tanto. Claro, en cada época y en cada país, la violencia puede adquirir unas dimensiones y unas connotaciones distintas, pero es como si fuera un antiguo destino, una costumbre humana muy difícil de erradicar. Pensábamos que después de la Segunda Guerra Mundial, que dejó tantos, tantos millones de muertos, y después de la Primera, íbamos a aprender a vivir más en sociedades más pacíficas. América Latina, por ejemplo, al menos en términos internacionales, creo que hemos aprendido a respetar nuestras fronteras bastante bien. Llevamos, yo diría que más de un siglo sin guerras muy violentas entre los países latinoamericanos. En ese sentido, nuestra región es un ejemplo para el mundo.

Incluso la guerra entre Colombia y Perú fue una cosa muy breve y afortunadamente con muy pocos muertos hace un siglo y ojalá nunca vuelva a ocurrir, por un islote o por un cambio del rumbo de los ríos. Pero es como si buscáramos incluso motivos donde no los hay. No sé, hay también un sentimiento de paz, de búsqueda de no violencia. Hay movimientos que se oponen a la violencia en el mundo entero, pero no hemos logrado erradicarla para nada. En estos momentos hay una invasión en Ucrania, acabamos de vivir y seguimos viviendo en parte la terrible venganza de Israel contra el ataque terrorista de Hamás, pero no contra Hamás sino contra todos los palestinos. Ahora hay una amenaza bastante concreta de Trump en Venezuela, que le guste o no el régimen de Venezuela, sea legítimo o no, puede abrir un escenario muy, muy grave en el Caribe y en países hermanos, en países limítrofes de Colombia y muy cercanos a Perú también.

No hemos podido erradicarla. La literatura es una forma de tratar de entenderla y de tratar de conjurarla para que esto no pase más. Y a veces uno se siente impotente, pero lo intentamos.

Don Héctor, Walter Benjamin en “El Narrador” dice que después de la II Guerra Mundial los soldados regresaban y no podían hablar, no podían contar las atrocidades que vieron. ¿A usted le ha ocurrido algo similar luego de estar en Ucrania?

También muchos amigos míos judíos me han contado que sus padres que estuvieron en campos de concentración o experimentaron la II Guerra Mundial muy de cerca, como Walter Benjamin, nunca querían hablar de esa experiencia. La mayoría de ellos lo ocultaba, alguien hablaba de eso y cambiaban de tema, miraban a otro sitio. Cuando uno tiene una experiencia, y eso que yo no soy soldado, y que no vi morir a mis compañeros alrededor, sino que asistí sin querer a algo que no fue ni siquiera una batalla, simplemente una bomba. Sí hay una tentación de quedarse callado, de la tentación del silencio, creo que así le decía Jorge Semprún, la tentación del silencio. Porque el silencio es como una manera de no tener presente todo el tiempo eso que se vivió, y dejar que la mente haga como el trabajo de distraerse, de olvidar, de no estar ahí. Y yo creo que si no hubiera muerto ninguno de mis compañeros de mesa, si no hubiera muerto Victoria, esa tentación del silencio en mí se hubiera arraigado mucho más. Yo creo que escribí y me obligué a escribir por la responsabilidad de darle voz a Victoria, pero que si en nuestra mesa no hubiera habido ninguna víctima, yo hubiera tratado de olvidarme de esa experiencia y de no hablar mucho de ella.

Además, tal vez sería una experiencia más irreal, asistir a una casi muerte, pero como que a mi grupo no nos pasó nada, eso hubiera cambiado todo. Porque yo no fui a este viaje a escribir sobre eso, yo fui a la feria del libro y yo fui un poco arrastrado y sin querer, y sin tener ningún papel heroico o de testimonial importante. Entonces, entiendo muy bien a los que escogen el silencio, pero creo que en este caso a mí me correspondía escribir, tenía la obligación y la responsabilidad de escribir.

Y por eso, aunque no fuera una escritura que me sanara, sino una escritura que más bien me enfermaba más, me obligué a hacer este libro.

Qué piensa de la prensa en estos tiempos de inteligencia artificial?

Yo ya soy muy viejo para cambiar mi manera de trabajar. Yo trabajo en un periódico, yo estoy suscrito a muchos periódicos. Yo confío más en las noticias de la gente que va, que es especialista en hacer reportería y va a un sitio, mira, ve, pregunta, averigua y luego me lo cuenta bien en un periódico. Es muy difícil financiar los buenos periódicos porque la gente no quiere pagar por leer, entonces los sueldos de los periodistas no suben. Sin embargo, ayer leí que New York Times tiene 13 millones de suscriptores y que sus ganancias son inmensas. Hay algunos periódicos, yo diría que por lo menos un periódico en cada país y en cada región de ese país puede sobrevivir. 

Y por ahora todas las predicciones que se hacían de que el libro en papel iba a desaparecer, que lo iba a reemplazar el libro electrónico. Lo que ocurre con las tecnologías es que van añadiendo. Cuando apareció la fotografía se decía que iba a desaparecer la pintura, y conviven la fotografía y la pintura. Cuando apareció la televisión se decía que iba a desaparecer el cine, no, conviven el cine y la televisión. Yo creo que son cosas que se añaden y van conviviendo. Lo viejo no va a desaparecer del todo.

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