Abg. Arturo Montesinos Neyra. Analista político

En la costa sur de la provincia de Caravelí, el distrito de Atico se levanta como una franja de mar y roca donde el trabajo diario se confunde con el sonido de las olas. En sus caletas, decenas de pescadores artesanales extraen una de las especies más codiciadas del litoral: el erizo de mar, pequeño pero valioso por su sabor y por el papel que cumple en la economía local y en el equilibrio del ecosistema marino.

Atico es hoy el principal productor de erizo en la región Arequipa. Sus aguas frías, oxigenadas por la corriente de Humboldt, crean las condiciones perfectas para el desarrollo de esta especie. La extracción se realiza de manera artesanal, con buzos que, armados de aletas y compresores, recolectan el erizo desde las profundidades. Sin embargo, la abundancia que alguna vez caracterizó estas costas empieza a resentirse. La presión extractiva y la falta de control han reducido los bancos naturales, poniendo en riesgo la continuidad de la actividad. En temporada alta, los volúmenes de recolección superan la capacidad natural de recuperación, una señal de alerta que pocos quieren ver.

El erizo de mar no es solo un producto de mercado. Cumple un rol ecológico esencial: regula las poblaciones de algas y mantiene el equilibrio de los fondos marinos. Su disminución altera la cadena alimentaria costera, afectando a otras especies y al propio ecosistema del que depende la pesca artesanal. En este contexto, cuidar el erizo significa cuidar la base ecológica y económica de Atico. La sobreexplotación, sin medidas de manejo ni vedas efectivas, podría llevar a una pérdida irreparable.

El apoyo estatal y regional es casi simbólico. Las campañas de formalización o charlas de capacitación que impulsa el Gobierno Regional de Arequipa a través de PRODUCE no bastan para enfrentar un problema estructural. No existen planes de repoblamiento, monitoreo técnico constante ni incentivos para prácticas sostenibles. Mientras tanto, los pescadores operan con medios precarios, sin acceso a créditos ni seguros, dependiendo de intermediarios que imponen precios bajos. El esfuerzo del mar no se traduce en prosperidad, sino en sobrevivencia.

Atico necesita más que discursos. Requiere un programa integral de conservación y aprovechamiento sostenible del erizo, que incluya viveros marinos, control de zonas de extracción y participación activa de las asociaciones pesqueras. Las universidades y centros de investigación pueden aportar ciencia y tecnología, pero se necesita decisión política y financiamiento. Regiones como Moquegua o Tacna ya avanzan en experiencias piloto de cultivo y repoblamiento. Atico podría seguir ese camino si el Estado asume su papel de aliado y no solo de fiscalizador.

El erizo de mar es símbolo de identidad para los pescadores de Atico. Representa sustento, herencia y esperanza. Pero también es un espejo de la ausencia de políticas públicas sostenidas que aseguren el futuro de los recursos marinos. Sin una estrategia de conservación, Atico corre el riesgo de perder no solo su principal producto, sino una parte esencial de su cultura costera. La conservación no es un lujo ambientalista, es una necesidad para garantizar que las próximas generaciones sigan viviendo del mar y no solo recordando lo que el mar alguna vez les dio.

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