Oswaldo Calle Talavera. Analista Político
La semana pasada en Arequipa se desarrolló el “X CILE, Congreso Internacional de La Lengua Española”. Una jornada llena de exposiciones, debates, propuestas y análisis de la importancia de la lengua española en nosotros y nuestras actividades. Llamó la atención el poco interés con que nuestra clase política atendió este evento. Los acontecimientos del nuevo presidente, la expectativa por sus ministros y lo ocurrido en las marchas, hicieron que la vista se dirija a otro lado y que nuestros políticos no asomen su interés en un congreso que tenía como tema central al instrumento con que nos comunicamos.
Hubo ponencias que estuvieron estrechamente ligadas a la comunicación política, a la lengua como herramienta de poder, a las relaciones entre la política, retórica y ética. Se tocó el lenguaje inclusivo, mestizaje lingüístico, el español como expresión de valores democráticos, la comunicación en los poderes públicos, democracia, populismo, transparencia en lo medio de comunicación e incluso al quechua, aimara y lenguas amazónicas en la configuración del español, entre otros temas.
Todos los temas antes nombrados pudieron ser de interés de nuestros políticos, pero más importante fue la coyuntura y el adjetivo al adversario para el rédito político partidario en votaciones futuras. Más que el detenimiento, por un ápice, en la intelectualidad hacia un congreso que celebraba a una lengua hablada en 600 millones de personas.
Me pregunté: ¿Qué político, que sea frecuente en los titulares de la prensa, podría hablar en una de las ponencias con algo de solvencia? La respuesta tuvo un silencio prolongado y posteriormente, un desierto en la búsqueda de algún nombre que merezca un aplauso en un ámbito intelectual.
No tenemos un congresista que haya podido tener una intervención plausible en algún espació del CILE, y si lo hay, no viene a la cabeza con rapidez. No encontraba con facilidad algún exponente del buen decir y de costumbres que honren un discurso honesto, serio, académico y culto.
No tendrían nuestros políticos intereses relacionados a: el debate de la mentira como pacto de lealtad, a la corrección política y poder, a como gobernar a los diferentes “nosotros”, a comunicar en la lucha contra los populistas, al tratamiento del lenguaje claro como resistencia al poder, a los conceptos de consenso, dictadura, democracia y la verdad; todos estos temas tratados y expuestos por intelectuales con crítica y sin bandera política fanática.
La fauna política no se interesa convenientemente en estos eventos que desnudan sus carencias y transparentan sus debilidades. Los intelectuales no dudaron en poner ejemplos con nombre y apellido cuando hablaban de populismo, con ejemplos como Maduro, Ortega, el peronismo —y sin cuidados— nombrar a Alberto Fujimori como un ejemplo de dictadura y populismo que al ser de casa lo podemos entender más y mejor.
Se habló sobre procurar la verdad y cómo nuestros políticos carecen de sustento intelectual y del uso de un lenguaje elogiable, todo esto en referencia al futuro proceso electoral que nuestro país celebrará.
Se recordó que Daniel Ortega dijo: “trabajadores del mundo y la munda”, que NicolasMaduro dijo que iba a “hacer donaciones de libros y libras”, y mi memoria recuerda a un Fujimori que tenía problemas con género y número y se disculpaba por su origen japonés, a un Pedro Castillo que se le entendía con pletórico esfuerzo del auditorio y se excusaba en su limitada educación provinciana, a un López Aliaga con limitaciones en el hablar, con pobre universo de palabras y que quizás se deba a una disartria, o a un Phillip Butters que usa muletillas y que para el receptor resulta insufrible.
Se concluyó que el lenguaje no sólo es un instrumento de dominación, sino, también de resistencia. Que toda palabra tiene poder, que las palabras no crean realidades, sino, al contrario. Y si lo relacionamos con el momento político que está pasando nuestro país, nos deja grandes lecciones y una importante misión relacionada a saber elegir, a que un voto siempre será más poderoso e importante que una bala y que si consideramos un factor para elegir mejor, podríamos inclinarnos por el personaje de cabeza amueblada y de lenguaje culto. Con el cultivo de esa lengua que es la primera para el 83 % de peruanos, y quizás a partir de esto podríamos construir una decisión en nuestra responsabilidad de ciudadano elector.




