Por Jorge Condorcallo Ccama
—Cuéntame una historia de fantasmas —pidió con tanta insistencia que él terminó rindiéndose a sus sobornos de besos y cosquillas.
La abrazó por la cintura, se acercó a su oído y, adivinando su atención en la oscuridad reinante, le contó en susurros lo que parecía solo una ocurrencia:
—La primera vez que te vi, me enamoré como nunca antes. Te seguí, aunque no tenía ningún derecho a hacerlo. Olvidé lo que soy… creo que ya lo adivinas: soy un fantasma. En mi condición, he vuelto cada noche a tu casa, dejando mis obligaciones para colarme en tus sueños, porque solo en ellos estamos juntos en decenas de momentos. Pero al despertar, siempre olvidas mi nombre y nuestra historia.
—Amor… qué miedo. ¿Y si fuera cierto?
—Si fuera cierto, mañana no importará.
Se amaron una vez más. Luego, al mismo tiempo, se desvanecieron en un sueño profundo.
