Florería María: medio siglo haciendo florecer a San Camilo
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Por Romario Huamaní

María Elena Véliz tiene 66 años y más de 50 años de vida en un solo lugar: el mercado San Camilo de Arequipa. Su historia se confunde con la del bullicioso mercado, con sus pasillos interminables, aromas mezclados y voces que nunca descansan. Allí, entre el ir y venir de compradores, su puesto de flores se ha convertido en un punto fijo, como si las estaciones giraran alrededor de él.

Su madre, Alejandrina Cárdenas, fue quien le legó el oficio y la pequeña florería que con los años terminaría siendo conocida como Florería María. “Yo he crecido rodeada de flores”, dice, con una serenidad que solo tienen quienes han visto pasar la vida desde un mismo lugar.

Septiembre: el mes de las flores

María Elena Véliz ha pasado casi toda su vida vendiendo flores y dando color a la vida de la gente.

El próximo 12 de septiembre, María cumple un año más de vida. El mes parece hecho a su medida: septiembre, la primavera, los girasoles que inundan de amarillo su puesto y que se vuelven protagonistas de las ventas. “Es un mes alegre —cuenta—, la gente busca flores para regalar, para recordar, para celebrar. Y yo me siento contenta”.

Las flores llegan desde todas partes: de Ecuador, de Lima, de Cajamarca, incluso de Bolivia. La demanda en Arequipa es grande, sobre todo en cementerios y mercados, donde los colores vivos contrarrestan la solemnidad de la muerte.

“Gracias a las flores eduqué a mis hijos y levanté mi casa”, confiesa con orgullo. Pero también reconoce que la competencia es dura y que los tiempos han cambiado. “Antes la gente era más respetuosa, más cercana. Ya nada es igual”, añade.

El calendario de las flores

En la florería, el año tiene sus propias estaciones marcadas por las festividades. Enero comienza con girasoles, luego llega el Día de la Amistad, el Día de la Madre, el Día de la Secretaria. Siempre hay un motivo para regalar flores.

En Semana Santa, el mercado San Camilo se viste de fervor con la procesión del Señor del Perdón, y allí María cumple un rol especial: desde hace 25 años es presidenta de la hermandad. “Es un cargo de mucha responsabilidad, pero me alegra servir al Señor”, afirma con la voz segura de quien sabe que la fe también florece.

De un pequeño puesto al segundo piso

Los arreglos florales, para novios, amigos, esposos, parientes vivo o muertos son imprescindibles.

Su niñez transcurrió trabajando al lado de su madre, en el puesto 22, justo a la subida de las gradas del mercado. “Ese puesto me dio mucho”, recuerda. Con el tiempo, su esfuerzo la llevó a un espacio más grande, en el segundo piso, sección comedor, puesto 10.

El nombre Florería María se mantiene, como un homenaje sencillo a la tradición. Allí se encuentran rosas, lirios, tulipanes, girasoles, y también la memoria de flores que ya casi no existen: amapolas, pensamientos, dalias, las rosas aromáticas de Arequipa. “Ahora las rosas tienen puro químico. Ya no son como antes”, lamenta.

El oficio y la rutina

Las jornadas empiezan temprano, desde las siete de la mañana hasta las seis de la tarde. “Hay días de poco movimiento y toca regresar a casa”, dice resignada. Antes, los horarios eran más estrictos: de seis de la mañana a tres de la tarde, sin opción a pasarse de la hora.

El cuidado de las flores es sencillo y exigente: agua fresca cada dos días, baldes lavados y paciencia. Nada más. La primavera obliga a redoblar la atención para que los colores duren y el aroma no se pierda.

La nostalgia de un tiempo que no vuelve

Las flores son un medio que transmite paz y armonía en la vida de María Elena Véliz.

Cuando se le pregunta por su recuerdo más feliz, no duda: trabajar con su madre en su niñez. Al terminar la jornada, a las tres de la tarde, los amigos del mercado solían ir juntos a la picantería de Alto la Luna, en Siete Toldos. Allí el picante arequipeño cerraba la jornada con risas y complicidad.

Su voz se quiebra al recordar esos días. “Era un tiempo más tranquilo. Esos tiempos ya no regresarán”, dice con tristeza. “Ahora hay mucha envidia, mucha competencia”. La nostalgia se le escapa en cada palabra, como un perfume suave que se queda en el aire.

El San Camilo no ha cambiado mucho. La infraestructura sigue siendo casi la misma, los baños desactualizados, los pasillos con el mismo eco de siempre. Solo las personas han cambiado. “Cambiaron la mayólica del piso, nada más”, dice María, como si el mercado fuese un viejo que apenas se dejó peinar, pero se resiste a transformarse.

El recuerdo de las flores dura para siempre 

En el corazón de Arequipa, la Florería María es más que un puesto: es un testimonio vivo de resistencia, tradición y memoria. Medio siglo entre flores no se mide en ventas ni en ganancias, sino en vidas que crecieron al calor de los colores y en los recuerdos que aún perfuman la voz de Doña María.

Porque en San Camilo, entre el ruido y el bullicio, todavía florece la historia de una mujer que aprendió de su madre que las flores, como la vida, son efímeras, pero dejan huella.

FICHA

  • María Elena Véliz – Florería Maria
  • ⁠Mercado San Camilo, sección flores, comedor, puesto 10
  • Atención: Todos los días, de 07 am – 6 pm
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