Por Henrry Torres Delgadillo – Especialista en Gestión de Riesgos
El Gobierno ha presentado el proyecto de Presupuesto Público 2026, que asciende a más de S/ 257 mil millones. Se trata de un aumento respecto al año pasado y, en el papel, se muestra como una apuesta clara por mejorar servicios básicos: educación, salud, transporte y seguridad ciudadana. Además, se busca dar más recursos directamente a los gobiernos regionales y locales. Todo esto suena bien, pero vale la pena mirar con cuidado qué significa realmente y qué riesgos puede traer.
El Perú arrastra un problema conocido: no siempre el dinero asignado se convierte en obras terminadas o en servicios de calidad. Muchos proyectos quedan paralizados, otros se ejecutan a medias y no faltan los casos donde la corrupción desvía recursos. Esa es una de las principales amenazas: que un presupuesto enorme termine sin impacto real en la vida de la población. No basta con aprobar más dinero; lo importante es garantizar que se use bien.
Por ejemplo, se anuncia inversión fuerte en hospitales y escuelas. Eso es necesario y urgente. Pero la pregunta es: ¿se está pensando también en el mantenimiento, en contratar y capacitar al personal, en el equipamiento que necesitan estos lugares? De nada sirve inaugurar un edificio moderno si, al poco tiempo, no tiene médicos, docentes o materiales para funcionar. Allí es donde entra la gestión de riesgos: anticipar los problemas antes de que aparezcan.
En transporte se habla del Metro de Lima, nuevas líneas y hasta el ferrocarril Lima-Ica. Son proyectos ambiciosos que pueden transformar la movilidad del país. Sin embargo, todos sabemos que obras de esta magnitud suelen enfrentar retrasos, sobrecostos y conflictos sociales. El reto está en planificar mejor, ser transparentes y no repetir errores del pasado.
Un punto positivo es el enfoque en el agua y saneamiento con visión de economía circular: reutilizar aguas residuales y aprovechar subproductos. Esto no solo cuida el ambiente, sino que puede hacernos más resistentes frente al cambio climático. Sin embargo, la experiencia demuestra que los planes suelen quedarse en el papel si no hay coordinación real entre ministerios y gobiernos locales.
El Presupuesto 2026 es una oportunidad grande para avanzar como país. Pero el dinero por sí solo no cambia la realidad. Lo que hará la diferencia será la capacidad del Estado para gestionar bien, prevenir errores y escuchar a la gente. En tiempos de tanta desconfianza, el reto no es gastar más, sino gastar mejor.




