Marco Falconí: El polémico perfil del nuevo director de Sedapar

En Arequipa, pocos nombres han sido tan persistentes —y polémicos— en el tablero político como el de Marco Tulio Falconí Picardo. Abogado de carrera, docente universitario y excongresista, su trayectoria está marcada tanto por cargos importantes como por episodios que minaron su credibilidad. Hoy, con su reciente designación como director titular de Sedapar, regresa a la escena pública, arrastrando una historia de frustrados intentos electorales, vínculos cuestionados y fallos judiciales que lo favorecieron pese a ser observado en más de una ocasión.

Camino de derrotas

Falconí inició su camino en la política regional hace más de dos décadas, con un intento fallido de llegar al Gobierno Regional de Arequipa, en 2002. Luego buscó la vicepresidencia de la República en 2006, siempre con el mismo resultado: derrotas que parecían anunciar un político sin mayor futuro. No obstante, en 2011 encontró un espacio al ser elegido congresista por Perú Posible, alcanzando poco más de 31 mil votos.

En el Parlamento, logró ocupar cargos de relieve —como la primera vicepresidencia del Congreso y la presidencia de comisiones clave—, pero no estuvo exento de críticas. En 2013, renunció a Perú Posible y se integró a la bancada Unión Regional, un bloque marcado por intereses diversos más que por una ideología común. Sus críticos señalan que este cambio respondió más a cálculos personales que a convicciones políticas.

En 2014 presentó su renuncia como congresista para postular nuevamente para gobernador regional en Arequipa. Esta nunca fue aceptada, porque el cargo de congresista es irrenunciable; pero aún así logró inscribirse a las elecciones regionales con una medida cautelar. Para variar, volvió a perder por goleada.

La sombra de Hinostroza y la JNJ

Se denunció que el «Hermanito» César Hinostroza habría ayudado a Falconí para llegar a la JNJ.

Quizá el episodio más cuestionado en su carrera llegó en 2020, cuando su nombramiento como miembro de la Junta Nacional de Justicia (JNJ) fue suspendido tras revelarse llamadas con el exjuez supremo César Hinostroza, pieza central del caso “Cuellos Blancos del Puerto”. Aunque Falconí negó cualquier irregularidad, las grabaciones bastaron para empañar su designación y forzar su salida.

Sin embargo, supo aprovechar los resortes legales. Presentó un amparo y el Tribunal Constitucional falló a su favor, obligando a que juramente como miembro titular de la JNJ. No obstante, no logró volver a la institución de justicia. Si bien el Tribunal Constitucional (TC) le dio la razón al declarar fundada su demanda, la resolución no tuvo efecto retroactivo sobre los procesos administrativos ya culminados. Su posterior intento de juramentación quedó deslucido por las dudas en torno a su idoneidad para el cargo, a lo que se sumaron cuestionamientos por un caso de presunto plagio.

En Sedapar

Ahora, con su nombramiento como director titular de Sedapar, Falconí vuelve al centro de la escena arequipeña. La designación del ahora titular de la esa prestadora de servicio de agua potable y alcantarillado —junto con Javier Santiago Torres Álvarez como suplente— fue formalizada mediante la Resolución Viceministerial N.° 17-2025, publicada el 30 de agosto de 2025 en el Diario El Peruano. 

Pero este nombramiento se produce en un contexto sensible: la empresa enfrenta el reto de negociar tarifas de agua tratada con la minera Cerro Verde y de sostener su credibilidad frente a cuestionamientos por gestión y transparencia. Que un personaje con su historial ocupe un asiento en el directorio no pasa desapercibido para la sociedad civil.

Marco Tulio Falconí encarna a ese político que nunca se retira, que busca constantemente un espacio pese a las derrotas y cuestionamientos. Ha sido candidato, congresista, aspirante a gobernador, miembro del sistema de justicia y ahora director de la empresa de agua más importante del sur del país. Pero su figura carga un desgaste evidente: para algunos, representa experiencia; para otros, simboliza la persistencia de una clase política que se resiste a renovarse.