Corría agosto de 1947, cuando la ciudad estaba bajo la alcaldía de Pedro P. Díaz. Fue entonces que el regidor provincial Augusto Valdivia Barrientos planteó la creación de la Semana de Arequipa, con el objetivo de conmemorar el aniversario de la Ciudad Blanca a lo grande, involucrando activamente a sus instituciones más representativas y a toda la población.
Años más tarde, en 1963, el alcalde José Luis Velarde Soto incorporó el corso como una de las actividades centrales de estas festividades. Una crónica reciente del diario El Pueblo recuerda que en aquellos años se conocía como la “Gran Parada Leonística”, organizada por el Club de Leones local.
Sin embargo, el verdadero punto de partida de estas celebraciones se remonta a aquel 1947, cuando Pedro P. Díaz, próspero industrial y propietario de las Fábricas “América” —dedicadas a la manufactura de artículos de cuero que incluso llegaron al mercado japonés— ocupaba la alcaldía. Fue entonces cuando Valdivia Barrientos propuso a la comuna provincial instaurar oficialmente la “Semana de Arequipa”, con una programación fija para homenajear anualmente la fecha fundacional.
La propuesta fue aceptada por unanimidad, y el propio Valdivia asumió la responsabilidad de coordinar los actos cívicos y culturales. La prensa local destacó la magnitud de los festejos y su amplia convocatoria, señalando al regidor como artífice del éxito.
Hasta ese momento, el aniversario se reducía a una sobria ceremonia protocolar en el municipio provincial, sin participación popular. Con la llegada de la Junta Municipal Transitoria presidida por Pedro P. Díaz —figura carismática y apreciada por la ciudadanía—, la “Semana de Arequipa” pasó a convertirse en el evento principal para honrar la fundación española de la ciudad.
Ya en 1940, con motivo del IV Centenario de la fundación, y bajo la gestión del alcalde Julio Ernesto Portugal, se habían organizado actividades conmemorativas de gran envergadura: se inauguraron obras clave para el desarrollo urbano y se convocaron concursos para escribir la historia de Arequipa y componer su himno.
Años después, durante el gobierno municipal de Díaz, el aniversario se transformó en una verdadera fiesta popular. La iniciativa de Valdivia Barrientos fue reconocida en 1957 por el alcalde Ulrich Neisser, quien le otorgó el mérito de ser el creador de la “Semana de Arequipa”.
Las crónicas periodísticas de 1947, año en que se celebraron los 407 años de fundación, describen una ciudad volcada a las calles. El diario El Deber del 16 de agosto de ese año relataba: “Apoteósica fue la manifestación cívica del jueves 14 con motivo del aniversario”. La multitudinaria procesión nocturna reunió a representantes de comercios, organizaciones obreras y asociaciones de toda índole, que se unieron para rendir homenaje a la ciudad. “Los arequipeños —se leía— vibraron de fervor cívico y al paso de los participantes estallaban los aplausos”.
El desfile, encabezado por el alcalde y su cuerpo de regidores, fue seguido por carros alegóricos y delegaciones que portaban carteles alusivos a la Semana de Arequipa. Desde los balcones, vecinos arrojaban flores y mixtura sobre la multitud.
Al ingresar la procesión a la Plaza de Armas, estallaron bombardas que iluminaron el cielo en una gama de colores. La emoción era tal que resultaba imposible describirla con justicia, según las propias crónicas. Frente al Palacio Municipal, el estandarte de Arequipa fue izado y llevado en alto por el alcalde.
La noche del 14 de agosto de 1947 quedó grabada como un hito en la memoria colectiva. La celebración abierta, con el pueblo y sus instituciones como protagonistas, fortaleció la identidad arequipeña. Lo simbólico del acto trascendió el momento, configurando en el imaginario popular una definición de lo que significa “ser arequipeño”.
Entre los carros alegóricos de aquel desfile, uno de los más recordados fue el presentado por la colonia española: un vistoso vehículo adornado con las banderas de España y Arequipa, acompañado por la leyenda: “Homenaje de la Colonia Española a la Ciudad de Arequipa”. También destacaron el del Instituto Experimental, que exhibía un trono inca; el de FECIA, con una recreación del Misti y las provincias representadas por jóvenes señoritas; “La Siembra” de la empresa de transportes de Domingo Dávila; el de las Fábricas “América”; el de la Sociedad Eléctrica; el carro del distrito de Cayma y muchos más.
Tomado con información del historiador Rommel Arce.