El Toromata: Del temor a la confianza a la Sunat

Abg. Arturo Montesinos Neyra. Analista político

En estas últimos meses y semanas somos testigos de la forma como viene trabajando la Superintendencia Nacional de Administración Tributaria (SUNAT). Entidad que desempeña un papel esencial en la recaudación de tributos y el control del cumplimiento de las obligaciones fiscales. Esta función, respaldada por la Constitución y la Ley del Procedimiento Tributario, es clave para el sostenimiento del Estado.

Sin embargo, en la percepción de muchos pequeños empresarios y emprendedores, sus intervenciones generan una fuerte sensación de presión y temor. Esta percepción, aunque alejada de la realidad jurídica, ha motivado comparaciones con el sistema delictivo del “gota a gota”. El mismo que se caracteriza por préstamos informales de intereses abusivos y métodos de cobro violentos. Superar esta visión es fundamental para que la SUNAT sea reconocida como un aliado del desarrollo económico. Y no como una amenaza para la estabilidad de los negocios formales o en proceso de Formalización.

La SUNAT ejerce su labor bajo principios de legalidad y proporcionalidad, recaudando recursos destinados a financiar políticas públicas en sectores como salud, educación e infraestructura (García, 2021). No obstante, la imagen que proyecta muchas veces se asocia con acciones implacables. Las mismas que no siempre distinguen entre evasores deliberados y contribuyentes que enfrentan dificultades reales para cumplir. En este sentido, la desconfianza y el temor que experimentan algunos sectores responden más a la forma de comunicación y a la rigidez de ciertos procedimientos que a la naturaleza de la función tributaria en sí misma.

El “gota a gota” es una práctica ilegal y coercitiva que se sustenta en la intimidación y la violencia para el cobro de deudas (Martínez, 2019). Aunque no existe similitud legal ni moral con la SUNAT, el factor emocional del temor frente a una obligación impaga puede generar analogías en la percepción ciudadana. Esta situación plantea la necesidad de reforzar el mensaje de que la administración tributaria actúa dentro de un marco regulado y con objetivos de interés público. Alejándose de cualquier connotación de coerción extralegal.

Para transformar la relación con los pequeños contribuyentes, la SUNAT debería fortalecer un enfoque preventivo y de acompañamiento. Priorizando la orientación sobre la sanción inmediata. Entre las medidas posibles se encuentran: ofrecer programas de regularización con plazos flexibles, brindar asesoría gratuita para la gestión tributaria, implementar campañas de educación fiscal y comunicar con mayor claridad el destino de los recursos recaudados. Estas acciones contribuirían a que el contribuyente vea en la SUNAT un socio para su crecimiento, más que un obstáculo para su supervivencia empresarial.

Reorientar la imagen institucional no implica renunciar a la lucha contra la evasión, sino ejercer la autoridad con empatía y sensibilidad social. Si la SUNAT logra posicionarse como un aliado de los pequeños negocios, no solo aumentará la recaudación, sino que fortalecerá la cultura tributaria y la legitimidad de su gestión. Este cambio permitiría que la obligación fiscal se perciba como un compromiso solidario con el desarrollo del país, y no como una imposición coercitiva.

La comparación popular entre la SUNAT y el “gota a gota” debe quedar superada mediante un cambio de enfoque institucional. El objetivo es que la ciudadanía reconozca a la administración tributaria como una institución que, además de fiscalizar, acompaña y respalda a los contribuyentes. Un trato más humano y cercano fortalecerá la confianza e incrementará la formalización. Además de consolidar la recaudación como un medio legítimo para financiar el bienestar colectivo.

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