Flor de María: Puntada a puntada, un sueño que resiste

Por Romario Huamani

En el kilómetro 13 de la carretera Yura, donde las faldas de los cerros se mezclan con casas modestas, Flor de María Huamaní Álvarez cose su destino. Vive en el asentamiento humano Hijos de Ciudad de Dios, en la casa de su suegra, y desde allí mantiene vivo su emprendimiento de costura. Su taller improvisado es un pequeño cuarto iluminado por un foco cálido y el ruido constante de tres máquinas: la recta, la recubridora y la remalladora.

Aquí coso de todo: polos, buzos, casacas… menos ternos, menos sastre, eso ya es alta costura y se necesita más preparación”, dice entre risas. Una risa aguda, algo disimulada, que se contagia fácil.

Para llegar donde está no hubo atajos: hubo despidos, noches sin dormir y madrugadas frías. Pero también hubo fe, apoyo familiar y un talento cultivado desde la adolescencia.

Flor de María es una joven migrante de Chumbivilcas, y a punta de aguja e hilo está forjando un futuro para sus hijos.
Flor de María es una joven migrante de Chumbivilcas, y a punta de aguja e hilo está forjando un futuro para sus hijos.

El primer hilo

Flor nació en Chumbivilcas, Cusco. En 2012, con apenas 17 años y tras terminar el colegio, dejó su tierra para buscar trabajo en Arequipa.

“No tenía dónde vivir, así que me quedé en la casa de una tía”, recuerda. Sin experiencia laboral, la búsqueda fue dura. Hasta que encontró unos cursos gratuitos de costura organizados por el Estado.

Fueron tres meses de capacitación y luego dos meses de prácticas en el Cetpro José Olaya, en Cayma. Allí comencé con mochilas, porque eran lo más fácil”, cuenta. La paga era simbólica: 2.50 soles la hora, pero el verdadero pago fue la experiencia.

Más adelante pasó por la empresa Paz Perú, en Socabaya. Allí trabajaba de seis de la mañana a seis de la tarde, sin sueldo, solo con pasajes y almuerzo. “Me gritaban si pisaba muy fuerte la máquina y se me iba el hilo… pero así se aprende, a la mala”, recuerda sin rencor. Ese temple la llevaría lejos.

Su pequeño taller lo instaló con ayuda de su esposo Rolando; un gran apoyo para su empendimiento.
Su pequeño taller lo instaló con ayuda de su esposo Rolando; un gran apoyo para su empendimiento.

El salto a la industria

En 2015, Flor vio un anuncio en internet para un puesto en el Consorcio Makitex, que confeccionaba ropa para marcas como Franky & Ricky. “No creía que me aceptarían, pero después de tres días de prueba, la supervisora me dijo que estaba dentro”, relata.

Ese fue su ingreso formal a planilla. Permaneció en la empresa hasta el 2020, cuando la pandemia golpeó fuerte y la fábrica quebró. El despido masivo la dejó, como a muchas mujeres, sin ingresos.

Estaba embarazada y el futuro era incierto. “No sabíamos qué hacer… fue la necesidad y el conocimiento lo que nos llevó a emprender”, dice. Con sus ahorros y el apoyo de su pareja, Rolando, compraron las máquinas y montaron un taller casero.

Flor de María trabaja a veces en las madrugadas, mientras su bebé duerme.
Flor de María trabaja a veces en las madrugadas, mientras su bebé duerme.

La costura como salvavidas

Al inicio, se dedicó a confeccionar ropa para bebés: buzos, suéteres, prendas fáciles de vender en ferias y entre conocidos. Viajaba hasta Santo Tomás – Cusco para entregar la mercadería y, con suerte, dejar algo al por mayor en tiendas pequeñas.

Hoy, a sus 30 años de edad, Flor se dedica principalmente a servicios de costura por encargo. Confecciona polos para pequeñas empresas, municipalidades distritales y grupos organizados. Muchos clientes le envían diseños de moda que ella replica con precisión. “El cliente siempre tiene la razón”, afirma, mientras muestra la tela que acaba de comprar en el mercado para un pedido especial.

Trabaja sobre todo en las noches, desde las seis de la tarde hasta medianoche. “A veces me levanto a las dos o tres de la mañana para seguir cosiendo. Es cuando mi bebé duerme que puedo avanzar”, confiesa.

No todas las semanas hay trabajo. “Si hubiera pedidos grandes todos los días, ya sería millonaria”, dice soltando una carcajada que rompe cualquier aire de queja. Su pareja la apoya en los gastos cuando los encargos son pocos.

Entre fe, sacrificio y metas claras

Flor reconoce que emprender no es fácil. “Se necesita invertir en máquinas, aprender más, mejorar”, explica. Entre sus planes está abrir un taller propio y lanzar una marca de ropa para niños.

Su principal motor son sus dos hijos pequeños. “Es lo que toda madre hace por sus hijos… no es cosa del otro mundo”, dice. Pero en sus palabras se siente la fuerza de quien ha decidido no retroceder.

La peor etapa de su vida fue el encierro de la pandemia: sin poder vender ni recibir clientes. La salvó el retiro de su AFP y la convicción de que, de alguna forma, saldría adelante.

Flor sigue cosiendo con el mismo sueño desde que comenzó a tomar el primer hilo, viendo cómo cada puntada la acerca un poco más a sus metas. En su risa hay esperanza, en sus manos hay oficio, y en cada prenda que entrega hay una historia que, como la suya, está hecha de esfuerzo, paciencia y fe.

Dónde encontrarla

Flor de María trabaja desde su casa en el AA.HH. Hijos de Ciudad de Dios, distrito de Yura, Arequipa. Atiende pedidos de polos, casacas y buzos por encargo.
📞 Contacto directo: 980425372 vía WhatsApp para cotizaciones y trabajos en cantidad.

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