En pleno fervor de las Fiestas Patrias, Juliaca fue escenario de un contundente plantón contra el gobierno de Dina Boluarte y los congresistas de Puno, acusados de haberle dado la espalda al pueblo. Wilson Quispe intentó limpiar su imagen con un gesto simbólico durante el mensaje presidencial. Pero los dirigentes sociales mantienen la desconfianza y lo tildan de traidor, junto a otros parlamentarios, por decisiones políticas que consideran contrarias a los intereses regionales.
Las calles cercanas a la parroquia Santa Catalina se llenaron de consignas y pancartas cargadas de indignación. Los dirigentes de las organizaciones sociales de Juliaca aprovecharon las celebraciones patrias para expresar su rechazo no solo al gobierno central, sino también a quienes representan la región en el Congreso. Para ellos, las promesas y gestos simbólicos ya no tienen valor frente a decisiones que consideran un abandono y traición.
Wilson Quispe, uno de los más cuestionados, intentó hacer un acto público de reivindicación al desplegar una pancarta y vestir un polo con el mensaje “Justicia para el pueblo, el pueblo no se rinde”. Esto durante el mensaje de la presidenta Dina Boluarte en el Parlamento. Sin embargo, para los manifestantes, esta acción no borra su historial de malas decisiones políticas. Las mismas que, en momentos críticos, estuvieron alineados con el poder y no con las demandas sociales de Puno.
Los reproches no se limitaron a Quispe. También cayeron sobre otros congresistas puneños como Carlos Javier Zeballos, Flavio Cruz, Jorge Luis Flores y Óscar Zea. Todos ellos, acusados de respaldar políticas y decisiones legislativas que han perjudicado a la región. Particularmente, su voto a favor de la vacancia del expresidente Pedro Castillo sigue siendo un punto de quiebre con la base social que los eligió.
La protesta en Juliaca refleja un desencanto profundo y una exigencia clara: que los representantes políticos respondan efectivamente a los intereses de su pueblo. Mientras las celebraciones nacionales siguen su curso, en esta ciudad altiplánica la protesta marca un pulso que va más allá de las fechas patrias y evidencia la distancia entre dirigentes sociales y parte de sus autoridades políticas.