El 28 de julio, la presidenta Dina Boluarte ocupó durante más de cuatro horas el estrado del Congreso para exponer lo que denominó un balance “transparente” y “honesto” de su gestión. Sin embargo, un análisis exhaustivo del contenido deja más dudas que certezas. Desde logros cuestionables hasta promesas sin piso firme, el discurso navegó entre cifras maquilladas, afirmaciones discutibles y algunas verdades que, aunque ciertas, no ocultan las brechas estructurales. Mientras Boluarte intentaba consolidar su legado, las contradicciones del mensaje presidencial quedaron al desnudo.
Un balance con maquillaje

El mensaje fue extenso, pero el fondo no logró convencer. Una de las frases más resonantes de la presidenta fue que “el Perú ha recuperado su imagen democrática”. Sin embargo, los datos del Democracy Index de The Economist muestran lo contrario: en 2024, el país descendió un puesto y sigue en la categoría de “régimen híbrido”. En otras palabras, la democracia peruana no solo no ha mejorado, sino que continúa estancada en niveles preocupantes.
Boluarte también afirmó que existen 307 Centros de Salud Mental Comunitaria, cuando en realidad el Ministerio de Salud solo tiene operativos 292. Los demás están en proceso de implementación, pero aún no brindan atención. Esta imprecisión no es trivial: salud mental es uno de los sectores más golpeados por la falta de inversión sostenida.
Cifras que no suman
Otra afirmación errada fue que los Centros de Emergencia Mujer (CEM) atendieron 446 mil casos. En realidad, según cifras del Ministerio de la Mujer, fueron 420,930 entre enero de 2023 y junio de 2025. Mientras tanto, la violencia de género no da tregua: los casos de tentativa de feminicidio aumentaron 22% solo en el primer semestre de este año.
Sobre el emblemático Proyecto Majes Siguas, Boluarte declaró que se había superado la paralización de ocho años. Sin embargo, el arbitraje internacional con la empresa Cobra sigue abierto, sin fecha de resolución, lo que significa que el proyecto continúa en punto muerto. Pese al discurso optimista, la realidad jurídica y técnica lo contradice.
La trampa del promedio

El discurso también se apoyó en un incremento del ingreso promedio mensual de 331 soles, lo que, según Boluarte, implicaría “mayor bienestar”. Pero la realidad golpea distinto: más del 70% de la población trabaja en la informalidad y no ha visto mejoras reales. De hecho, 9.3 millones de peruanos siguen en situación de pobreza monetaria. El crecimiento de los ingresos no ha sido ni equitativo ni sostenido.
Sí es cierto que el programa “Llamkasun Perú” generó 447 mil empleos temporales. Pero se trata de trabajos precarios de apenas unas semanas, sin beneficios ni estabilidad. Una política de empleo de emergencia no puede maquillarse como una solución estructural. Decir que “se ha generado trabajo” sin distinguir su calidad es, como mínimo, engañoso.
Cuando las cifras sí cuadran
No todo fue exageración. En educación, Boluarte señaló que el 29.5% de escolares de cuarto de primaria resolvía problemas matemáticos, frente al 22.5% del año anterior. Esa afirmación es verdadera, según los datos de la Evaluación Nacional de Logros de Aprendizaje (ENLA). Sin embargo, el crecimiento, aunque positivo, aún deja fuera a más del 70% de estudiantes que no alcanzan el nivel satisfactorio. Un logro parcial no puede tomarse como victoria total.
Así, el mensaje presidencial se construyó sobre una mezcla desigual de verdades, medias verdades y ficciones estadísticas. La retórica oficial buscó instalar una narrativa de éxito, pero los datos y la realidad apuntan a un país que aún no despega, atrapado entre el relato y los hechos.




