Planeta Cadáver: La psíquica

Por Jorge Condorcallo Ccama

Cuando Margot, su mujer, desapareció, Melquiades hizo de todo para encontrarla, porque no podía vivir sin ella, su primer amor. La buscó con desesperación que inspiraba compasión y lástima, sin perder la esperanza que los demás perdieron. Cuando la policía dejó de buscarla no se rindió, siguió tras cualquier rastro sin darle importancia a perder el trabajo y los ahorros en su cruzada.

En el segundo negro aniversario de su desaparición, el día anterior al entierro simbólico que organizó para darle fin al dolor que lo consumía; los padres de la desaparecida y los hermanos de la misma llegaron con una psíquica de extraña apariencia y mirada perturbadora.

–Esto es una tontería; disculpe usted, pero no creo en esas cosas –reclamó el marido al suegro y se excusó con la invitada que no pronunció una palabra en la discusión.

–¿Qué podemos perder?, Melquiades, intentémoslo –dijo uno de los hermanos con voz de súplica.

–Lo pensaré. –Y salió de la sala para preparar el café. En el comedor se le ocurrió una treta para terminar con el debate y desarmar la farsa, tomó el manojo con las llaves de toda la casa y lo echó al horno de la cocina.

–Lo he pensado y decidiré ahora mismo si su adivina puede ser de utilidad o es un auténtico timo –expresó al volver con las dos primeras tazas en las manos y dirigiéndose a la psíquica le preguntó con aplomo: 

–Dígame, señora, ¿qué he escondido y dónde? –Y se hizo un silencio de meditación.

La invitada se giró y lo miró con pavor: 

–¡A su mujer, la escondió debajo del piso del baño! –le respondió en un estremecimiento de su cuerpo y apartó la mirada del asesino.

Las tazas se hicieron mil pedazos en el piso y el café se derramó, el líquido negro y espeso abrazó los zapatos, se metió por debajo del sillón principal y del horror de la familia de sangre de Margot.