Parrillas Picaña Grill: el fuego que encendió una nueva vida

Por Romario Huamaní

En el kilómetro 14 de la carretera Yura, a la altura de la Plaza Menor de Ciudad de Dios, las casas están rodeadas por talleres mecánicos, repuestos de llantas y motores que rugen entre manchas de aceite viejo. El aire huele más a grasa industrial que a comida caliente. El único intento culinario: un chifa de fachada descolorida que no sobrevivió al paso devastador de la pandemia. En medio de esa rutina mecánica, nadie pensaba que allí podría nacer algo diferente.

Fue precisamente en ese espacio olvidado, donde todos veían desánimo, que Braggelone Rodríguez —conocido como Bryan por sus amigos— llegó con su esposa Rosario, tomados de la mano y con una esperanza que temblaba. Preguntaron por el local vacío y, como si el destino también esperara por ellos, lograron alquilarlo. No tenían un plan detallado ni experiencia en inversiones. Solo unos cuantos ahorros y el deseo de intentar algo propio.

Bryan estudió electrónica, pero por asares del destino terminó como cocinero y aprendió solo.
Bryan estudió electrónica, pero por asares del destino terminó como cocinero y aprendió solo.

Así nació Picaña Grill: con dudas en el camino, pero con todas las ganas de salir adelante. Hoy se cumplen dos años desde que esta historia comenzó. Dos años desde que una brasa se encendió en medio del polvo y, con ella, un sueño.

Del delivery al humo de la parrilla

Era julio de 2021. El país recién emergía de una larga cuarentena por el Covid. Las calles volvían a llenarse, pero las oportunidades seguían escaseando. Bryan había dejado su empleo; Rosario —su esposa— también batallaba por salir adelante. La vida, como tantas veces, los puso contra la pared. Entonces, en ese punto donde todo parecía incierto, se hicieron la pregunta más sencilla y, a la vez, más decisiva:

“¿Y ahora, qué hacemos?”

La respuesta fue simple y al alcance de sus manos: empezar con lo que sabían, con lo que tenían. Salchipapas por delivery. Con una moto, una cocina prestada por su propia casa y las ganas intactas, comenzaron a recorrer Ciudad de Dios.

El esfuerzo de Braggelone Rodríguez y su familia da trabajo a varias personas.
El esfuerzo de Braggelone Rodríguez y su familia da trabajo a varias personas.

El primer día fue una revelación. Las expectativas eran bajas; el entusiasmo, alto. Pero las llamadas no cesaron. “No esperábamos nada, y el celular no dejaba de sonar”, recuerda Bryan.

En las semanas siguientes, invirtieron en una parrilla, compraron una cocina mejor y sumaron nuevos insumos. Poco a poco, la clientela creció. Con el tiempo, alquilaron un pequeño local de menos de 30 metros cuadrados (actual local de Picaña Grill, frente a la Plaza Menor de Ciudad de Dios). Al principio, el flujo de clientes fue lento, pero al tercer mes, el espacio quedó chico. “No se podía ni caminar”, dice Bryan. Tomaron el riesgo de alquilar el lugar completo. Apostaron. Y ganaron.

Con esa ampliación llegaron los pedidos grandes: celebraciones de cumpleaños, cenas entre colegas, reuniones de profesores y hasta eventos para profesionales. Lo que nació como un servicio de delivery familiar se transformó en un punto de encuentro para todo tipo de historias. Así fue como Picaña Grill se convirtió en mucho más que un nombre: en un símbolo de esfuerzo y sabor.

Amor, carbón y sazón

El local está ubicado en la Plaza Menor de Ciudad de Dios, en el distrito de Yura.
El local está ubicado en la Plaza Menor de Ciudad de Dios, en el distrito de Yura.

Bryan no estudió gastronomía. Su formación inicial fue en electrónica. Su primer rumbo fue ese, pero la vida —como suele hacerlo— le propuso un desvío inesperado. Por necesidad, comenzó a trabajar en cocina. Primero en Bembos, luego en una concesionaria donde cocinaba de noche para 700 obreros, y más tarde en un local de parrillas, donde, sin saberlo, conocería a Rosario. Allí comenzó su historia personal y empresarial.

“Hace cinco años no sabía ni freír un huevo”, confiesa, medio en broma, medio en serio. Pero el trabajo lo fue moldeando. Aprendió de cada jornada, de cada corte de carne, de cada error. Hoy, la parrilla no solo es su lugar de trabajo. Es el escenario donde su vida dio un giro completo.

La esposa de Bryan decidió decorar el local con iconos de la cultura pop peruana, como Sussy.
La esposa de Bryan decidió decorar el local con iconos de la cultura pop peruana, como Sussy.

Rosario, además de compañera de vida, fue la encargada de ambientar el negocio. Ella decoró el local con un estilo retro e irreverente: placas de autos, retratos de rockeros, la imagen de Susy Díaz y un homenaje inevitable a Héctor Lavoe, ídolo personal de Bryan. La idea siempre fue clara: no solo ofrecer comida, sino construir un ambiente donde la gente quiera quedarse, conversar, celebrar o simplemente pasar un buen rato.

En Picaña Grill, cada elemento tiene una intención. Desde la decoración hasta la sazón, todo habla de ellos: del esfuerzo compartido, de las decisiones tomadas en pareja, del cariño puesto en cada detalle. Es un lugar que se cocina con fuego, pero también con historia.

El fuego que no se apaga

Hoy, el plato estrella es el asado de tira, seguido por la picaña. Ambos cortes se cocinan al momento, sin marinados prolongados ni atajos de cocina. Bryan lo tiene claro: “La carne ya tiene su sabor. No hay que esconderlo. Solo sal, fuego y tiempo”. Como en las auténticas parrillas argentinas, en Picaña Grill todo se prepara al instante. Nada se adelanta. Nada pierde frescura.

La receta de Picaña Grill es simple: sal, carbón y mucha pasión en cada plato.
La receta de Picaña Grill es simple: sal, carbón y mucha pasión en cada plato.

Además de la parrilla, el local también ofrece cócteles: mojitos, chilcanos, Machu Picchu y otros más elaborados, todos preparados por el propio Bryan. Mientras la comida se cocina —como manda la tradición—, los clientes pueden entretenerse con juegos de mesa. Y para quienes prefieren disfrutar en casa, el delivery sigue activo en todo Ciudad de Dios.

Su hijo llegó al mundo el mismo mes en que encendieron la primera brasa. Crece al ritmo del negocio, como si ambos compartieran un mismo destino. Para Bryan, no es una coincidencia. “Él es mi motor”, afirma con una certeza serena, sin necesidad de adornos. Nadie —ni siquiera él— imaginó que terminaría frente a una parrilla. Pero ahí está. Y no está solo. Rosario, su compañera en todo, estuvo desde el principio. Lo sostuvo cuando la duda era más fuerte que el fuego. “Si te sale bien, hazlo”, le repetía. Y él, por fortuna, le hizo caso.

Hoy, el sueño sigue creciendo. Quieren duplicar el espacio, abrir una nueva sede en la Ciudad Municipal y llevar su sazón a más rincones, sin dejar atrás lo que los hizo únicos. Porque Picaña Grill no nació solo como un negocio: nació como una esperanza. Y cuando una llama se alimenta con trabajo, amor y convicción, no se apaga. Se convierte en hogar. Se convierte en historia. Y, sobre todo, se convierte en futuro.