Por Sarko Medina Hinojosa
—Oye, creo que tuviste una pesadilla.
—Sí, de lo peor no tienes idea.
—¿Quieres hablar de eso antes del desayuno?
—Bueno. En mi sueño estaba por salir a una entrevista para lo del juicio y me tenía que afeitar la barba, pero de pronto me tragué los pelos que corté. Fue horrible, porque trataba de quitármelos pero allí seguían y me daba miedo pasar la saliva siquiera, menos respirar y me estaba ahogando.
—Sentí que te pasaba algo, por eso te desperté ¿Estuvo bien?
—Claro, mejor la verdad, gracias.
—Alguna vez te escuché que los pelos o cabellos en la boca te molestaban mucho.
—Sí, es una sensación horrible, por pequeño que sea el pelo, si está en mi boca debo sacarlo. Cuando me drogaba con pasta básica desarrollé esa paranoia.
—¿Cómo así?
—¿No te conté?
—Cuando me contaste de esa época y tus paranoias más me impactó lo de los ladrones que creías se subían por el techo.
—Es que era lo más recurrente y horrible, pero lo de los pelos me pasaba a la mitad de la fumadera. Empezaba con una sensación de que había un pelo atracado en mis dientes y trataba de sacarlo, es más eso hacía que desaprovechara muchas veces la fumada y me quedara pegado tratando de sacarme el molesto cabello o lo que sea. Pensé que era al único que le daban esas locuras, pero estando en la casa de recuperación que te conté, había un chofer de camión de la municipalidad que estaba por alcohol y contaba que en sus delirios de ebrio creía que había cobre dentro de él y se lo sacaba de a pocos de la boca, pero era la saliva. A mí me pasaba igual, era la saliva gruesa la que me daba la impresión de los pelos.
—Eso da para escribir un manual de paranoias.
—Quién estudió psicología eres tú, podrías hacerlo, siempre te digo que tienes material.
—Lo que me gustaría saber es si todas esas situaciones tienen algo que ver con la infancia y las consecuencias posteriores, allí podría hablarse de un patrón.
—Hablando de eso, hay algo que no me acordaba, ahora que lo dices. Es que tuve un episodio con mi padre de niño con algo relativo a eso.
—Algo que no me hayas contado antes.
—Eso creo, pero fíjate, fue cuando tendría unos ocho años, me llevó por primera vez a cortarme el cabello a la barbería que frecuentaba en el centro cuando llegaba de viaje. Nunca lo había hecho antes y fuimos sin mi madre. Me presentó con orgullo a sus amigos que estaba allí y a los barberos que lo conocían de años. Me senté algo nervioso y a eso de la mitad del corte me empezó a picar los labios y no pude evitarlo, me lleve a la boca la capa llena de mis propios cabellos y los barberos se rieron, eso ocasionó que se enojara mi padre y me sacara de allí sin siquiera terminar el corte. En casa me pegó hasta sacarme un diente, por la vergüenza que le hice pasar.
—¿Crees que episodios así fueron la razón para que terminaras matando a tu padre?
—No lo sé la verdad. Aun no entiendo por qué lo hice.
—Tranquilo tenemos mucho tiempo aquí para descubrirlo y que sanes ese odio.
—Eso espero.
Las puertas automáticas de las celdas se abrieron y los dos presos salieron rumbo al comedor de la prisión en la que se encontraban.