La gestión del alcalde Óscar Cáceres Rodríguez en la Municipalidad Provincial de San Román ha quedado en el ojo de la tormenta. Esto por una serie de obras públicas que evidencian un preocupante nivel de despilfarro, descoordinación e incapacidad técnica. La ciudadanía paga los costos de decisiones que rozan lo absurdo y que hasta ahora no tienen responsables.
Se tiran la pelota

Una vereda construida en el medio de la avenida Independencia refleja el nivel de desorganización que reina en la municipalidad. La falta de una alineación adecuada, sumada a conflictos sobre la propiedad del terreno, obligó a levantar la estructura que hoy estorba el tránsito y cuya demolición le costará al municipio al menos S/ 100 mil.
El gerente de Desarrollo Urbano, Hugo Apaza Cabrera, cambió de versión en menos de cinco meses, primero atribuyéndose la competencia de recuperación de la vía, luego responsabilizando a la Municipalidad de San Miguel. Las versiones contradictorias revelan la ausencia de liderazgo técnico y planificación.
Lejos de asumir responsabilidades, los funcionarios evaden consecuencias, mientras los recursos públicos se pierden en correcciones evitables. Ninguna autoridad —ni local, ni regional— ha planteado sanciones, y el alcalde Óscar Cáceres mantiene silencio frente al escándalo.
Obras mal construidas

El reciente colapso del techo de un reservorio de agua gestionado por SEDA Juliaca es otro símbolo del fracaso. La obra, tercerizada en su etapa de encofrado pese a ser de administración directa, terminó cediendo, dejando a cientos de familias sin acceso al servicio y sin respuestas claras sobre el daño.
La supervisión de esta estructura estuvo a cargo de Luis Aguilar Pomari, exgerente de Infraestructura y persona cercana al alcalde. El monto exacto de lo perdido no ha sido revelado, pero los pobladores exigen transparencia y explicaciones frente a lo que consideran una burla.
El bypass de la salida a Cusco, paralizado desde el inicio del actual gobierno municipal, también se suma a la lista de promesas incumplidas. La obra fue suspendida bajo pretexto de “corrección técnica”, pero tras más de un año y medio, no hay avances significativos ni una solución concreta.
En lugar de resultados, la población enfrenta obras mal hechas, disputas sin solución y una autoridad que responde a las críticas con desdén. Juliaca, nuevamente, parece condenada a heredar promesas rotas, infraestructura fallida y millones desperdiciados sin rendición de cuentas.
Con información de Los Andes