En una de las noches más tensas en Medio Oriente, Irán lanzó cientos de misiles hacia territorio israelí como represalia a la ofensiva israelí bautizada Operación León Naciente. El ataque responde a los bombardeos que destruyeron instalaciones nucleares y causaron la muerte de altos mandos y científicos iraníes. Mientras las sirenas sonaban en Tel Aviv y Jerusalén, ambos países cruzaban fuego en un nuevo episodio de escalada militar sin precedentes.

Horas antes, aviones israelíes habían atacado objetivos estratégicos en Irán, entre ellos el sitio nuclear de Natanz y diversas bases militares, con el respaldo del Mossad. En estos ataques murieron al menos 78 personas, incluyendo el jefe de la Guardia Revolucionaria, el comandante de la fuerza aérea iraní y varios científicos nucleares. Israel justificó su ofensiva asegurando que Teherán estaba a punto de producir armas nucleares, representando una “amenaza existencial”.

La respuesta iraní, bautizada como Promesa Verdadera 3, incluyó el lanzamiento de drones y misiles balísticos dirigidos a centros militares en Israel. Aunque la mayoría fueron interceptados, hubo explosiones en Tel Aviv y Jerusalén, y se reportaron heridos. La capital iraní, que no sufría ataques de esta magnitud desde la guerra con Irak, vivió horas de incertidumbre mientras su población buscaba refugio.

Mientras el régimen iraní acusa a Estados Unidos de apoyar a Israel, el secretario de Estado, Marco Rubio, negó cualquier implicación. Donald Trump, por su parte, instó a Teherán a negociar su programa nuclear. En medio del fuego cruzado, las conversaciones entre EE.UU. e Irán se tambalean al borde de una sexta ronda sin garantías.

Netanyahu advirtió que la operación israelí continuará “los días que sean necesarios”. Aunque este conflicto ha tenido enfrentamientos periódicos, la intensidad de los bombardeos, el número de bajas y la escala de los objetivos apuntan a una guerra abierta. La región entra en una fase crítica, donde la diplomacia parece estar cada vez más lejos del horizonte.