Colaboración de Héctor Tintaya
Mientras recorre algunas calles de la vieja Yanahuara, Jorge Najar evoca algún amor perdido cercano al sur peruano en los añejos años 70. Se lamenta de no haberse detenido a descifrar la estructura del sillar, de no haber recorrido con hambre estudiantil la cultura popular arequipeña y, tal vez, de no haberse quedado más tiempo para contemplar esas luces naturales del ocaso que se confunde con las artificiales para dar paso a la melancolía. Cae la noche y apura los pasos porque quiere aprovechar estas horas en la “Ciudad Blanca” para tratar de caminar y degustar lo que alguna vez no pudo.
Ha llegado a presentar su último trabajo: El sabor Amazónico, un sabroso libro de estudio, investigación y recetario de la comida de su tierra natal. Suena raro que un poeta radicadoen París- Francia, ganador del premio Cope, enamorado de la magia de César Vallejo ahora embarcado en conocer lo que genera la comida en las gentes.
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¿Cómo encuentras a Arequipa?
Me da gran alegría estar otra vez en Arequipa, pero esta vez mirando con detenimiento lo que el sillar ha hecho de su gente. El orgullo e identidad de los arequipeños está muy bien fundada.
¿Te relacionamos siempre con la obra de César Vallejo, es tu mayor influencia?
Descubrí, desde los años sesenta, que todos los que estábamos interesados en la poesía, estábamos leyendo a Vallejo. Somos una generación vallejiana, una de las primeras cosas que hice al llegar a París, por ejemplo, fue recorrer las calles por donde vivió, los escenarios donde presumía se habían escrito parte de su poesía, sin embargo, uno trata de encontrar su propia voz.
Siempre ha existido el debate de que si el Perú desatendió al gran poeta o crees que el sufrimiento le sirvió.
Lo que queda en claro es que al final lo que valoramos es la fuerza de las imágenes, de los versos. La vida está bien para los que nos interesamos en crear historias, pero los valores realmente literarios están en los textos.
¿Y cómo un enamorado y estudioso de Vallejo ha producido un libro de cultura gastronómica?
¡Vallejo era un buen cocinero! Queda constancia de que cocinaba y compartía con sus amigos. Incluso hay cartas dirigidas a Juan Larrea donde le dice “las papas ahora son más chiquititas” eso traduce su preocupación por la cocina. No es extraño, ni una extravagancia que los poetas escribamos de gastronomía. En los sabores se va traduciendo lo que es nuestra sociedad.
¿Crees que la potencialidad de la comida amazónica aún no ha sido explorada?
Todos conocen el minimalismo de la cocina amazónica, el tacacho con cecina por ejemplo, pero pocos conocen la cocina barroca amazónica. Un inchicapi es una fusión del aporte de la maloca de nuestros oriundos con lo que ha venido después. Estamos entre los sabores concentrados y el sabor barroco que falta conocer.