Por Augusto Santillana. Abogado y analista político

El enceguecimiento del poder, como una droga muy adictiva, en el que se encuentra el Gobierno en general —presidenta, ministros y congresistas— ya viene afectando el crecimiento económico del país. La presidenta ha demostrado una total incapacidad en la gestión pública y prefiere elegir a los leales antes que a los competentes en cargos ministeriales. Estos, a su vez, son colocados por los partidos cogobernantes: el acuñismo y el keikismo. Por lo tanto, responden a un objetivo partidario antes que a la necesidad de generar estabilidad y confianza para la seguridad ciudadana y la inversión privada.

El primer ministro Arana ha fracasado en el sector Justicia, pero se mantiene como fiel servidor de la presidenta para salvarla de sus entuertos judiciales y mediáticos. Es un personaje cuestionado, gris oscuro, que mantendrá sometido al gabinete para cumplir los fines del consorcio colectivo que gobierna el país. Por otro lado, están los congresistas que, como si se tratara de un premio mayor, detentan un cargo al que no saben cómo llegaron, sin merecerlo ni menos ganárselo por sus buenas acciones. Además, están dispuestos a todo con tal de no dejar el poder, aprobando leyes dadivosas con el crimen, blindándose con impunidad y contra todo aquello que pueda poner en riesgo su espacio de bienestar y prebendas.

Es evidente que, si un gobernante quiere hacer una buena gestión, debe rodearse de los mejores. Y sabemos que todo gobierno no es obra de una sola persona. No es el presidente o presidenta quien va a hacer todo el trabajo al frente del Estado. El cargo de presidente es un cargo político de elección popular, que incluye también al vicepresidente o vicepresidenta. Pero quien detente ese puesto debe demostrar liderazgo innato, carácter y temple. Debe tener la capacidad de motivar, de influir en los demás y de ser un referente a seguir. Le debe preceder una hoja de vida intachable: integridad en todo su recorrido vital, honestidad y ética como valores fundamentales para generar un gobierno con legitimidad.

Los llamados a integrar el gabinete ministerial, el cuerpo gerencial, el equipo de línea de un gobierno, deben ser expertos, formados en la academia y con experiencia profesional. Son los técnicos. Y, junto a ese “know-how”, deben poseer también integridad moral y ética. Deben demostrar compromiso con el país, liderazgo y honestidad en la gestión pública. Es evidente que no se obtendrán buenos resultados si un gobernante no se rodea de los mejores técnicos y los selecciona solo por conveniencia o complicidad.

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¿Tan mal elegimos cada cinco años? Siempre nos dicen: elijamos bien para no volver a cometer los mismos errores. Pero el problema es el menú electoral. Para estas elecciones generales que se avecinan, hay 44 partidos inscritos, muchos con firmas falsas y comités con direcciones fantasmas. No importa el cómo, solo lograr la inscripción. ¿Y quiénes financian su creación? ¿Quién es el hombre o la mujer del billete que financia todo el proceso hasta su registro? Seguramente, un aventurero o emprendedor político que ha visto en la política una forma y medio para asegurarse económicamente. Aventurero y oportunista con dinero propio —o mal habido— que busca acceder al poder para sus propios fines.

La Ley de Partidos Políticos define en su artículo primero: “Los partidos políticos expresan el pluralismo democrático. Concurren a la formación y manifestación de la voluntad popular y a los procesos electorales. Son instituciones fundamentales para la participación política de la ciudadanía y base del sistema democrático. Los partidos políticos son asociaciones de ciudadanos que constituyen personas jurídicas de derecho privado cuyo objeto es participar por medios lícitos, democráticamente, en los asuntos públicos del país dentro del marco de la Constitución Política del Estado y de la presente ley”.

Destaco del texto citado: “asociaciones de ciudadanos”, que se unen por afinidad ideológica o doctrinaria. Nada de eso importa ahora. Solo el negocio de la política. Hacer política hoy es una forma de enriquecerse. Y ese es el origen del caos. Los partidos políticos son ahora empresas, negocios, emprendimientos para hacerse ricos a través del acceso al poder. ¿Quién se perjudica? El Estado de derecho. Se perjudica el sistema democrático. Nos falta conciencia ciudadana que impulse el deber cívico, el compromiso con nuestra patria y sus ideales, para generar un mejor futuro para las generaciones venideras. ¿Se acuerdan de la congresista que dijo en el hemiciclo, en señal abierta y con total desparpajo: “¡Yo estoy aquí por mi plata!”?