Por Gustavo Puma Cáceres. Planificador Urbano Territorial y Portuario, Gobernanza Territorial y Gestión de Ciudades Puerto. Mail: gpumacac@unsa.edu.pe

El Cardenal Robert Francis Prevost, antiguo obispo en Perú y prefecto del Dicasterio para los Obispos, ha sido elegido como nuevo pontífice bajo el nombre de León XIV. Se convierte así en el segundo Papa americano y el primero de origen agustino. Su elección representa un momento decisivo para la Iglesia Católica, en un escenario global marcado por la desigualdad, los conflictos geopolíticos y las crecientes demandas de justicia social. La figura de Prevost, de talante reformista y cercano al Papa Francisco, sugiere una continuidad con la visión de una Iglesia sinodal, orientada a los pobres y comprometida con los excluidos.

Aunque León XIV hereda la sensibilidad social de su antecesor, mantiene posturas conservadoras en temas como la ordenación femenina y los derechos LGBT+. Lo que refleja el difícil equilibrio que enfrenta el catolicismo contemporáneo entre apertura pastoral y fidelidad doctrinal. El nombre que ha elegido no es casual: evoca a León XIII, autor de la encíclica Rerum Novarum, piedra angular de la Doctrina Social de la Iglesia. Esta referencia podría anticipar una continuidad de esa tradición, con un fuerte énfasis en los derechos de los trabajadores y la justicia económica desde una perspectiva evangélica.

Entre la herencia y la renovación

En este contexto, cobra relevancia la Teología de la Liberación (TL), nacida en América Latina durante los años 60 y 70 como una respuesta cristiana a la pobreza estructural. Con exponentes como Gustavo Gutiérrez, Leonardo Boff y Óscar Romero, esta corriente combinó el Evangelio con el análisis marxista, lo que generó tensiones con Roma, especialmente durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI, quienes cuestionaron su excesiva politización del mensaje cristiano.

La llegada de Francisco marcó una rehabilitación parcial de la TL. Sin adoptar su vertiente ideológica más radical, el pontífice argentino incorporó su “opción preferencial por los pobres” en documentos clave como Evangelii Gaudium y Fratelli Tutti. Ahora, con León XIV, se abre una nueva etapa en la que podría consolidarse una síntesis más madura entre espiritualidad, compromiso social y fidelidad doctrinal.

¿Será favorable a la TL?

Ante este escenario, se plantean tres posibles caminos. Una opción progresista implicaría una revalorización de la TL en su dimensión pastoral y espiritual, desmarcándose de sus raíces más radicales. Un enfoque conservador, en cambio, supondría tomar distancia de esta corriente, siguiendo la línea de pontífices anteriores. Sin embargo, lo más plausible parece ser una “vía media”: integrar su preocupación por la justicia social dentro de un marco pastoral, sin abrazar su carga ideológica.

Esta tercera vía, en sintonía con la experiencia latinoamericana de Prevost, representaría una evolución del pensamiento social católico. La opción por los pobres se mantendría como eje, pero articulada desde estructuras eclesiales antes que desde el activismo político. No es menor el hecho de que el nuevo Papa haya vivido y caminado entre los pueblos de Chiclayo, donde muchas veces solo la Iglesia llegaba. Esta cercanía a la realidad concreta de los excluidos le brinda una sensibilidad difícil de adquirir desde Roma.

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El pontificado de León XIV podría consolidar el legado social de Francisco con una nueva fuerza pastoral. Su historia en América Latina, su familiaridad con la Teología de la Liberación y su compromiso con los márgenes del mundo permiten intuir una afinidad conceptual con esa corriente. Sin embargo, hasta que defina públicamente su orientación teológica, toda interpretación permanece en el terreno de la expectativa. La pregunta sigue abierta: ¿será León XIV el Papa que devuelva vigor profético a la justicia social desde el corazón de la Iglesia?