
Juan Carlos LIENDO O’CONNOR Coronel de Ejército (R). Ex Jefe del Servicio de Inteligencia del Ejército (SIE) Ex Director Nacional de Inteligencia (DINI). Docente de la Escuela Superior de Guerra del Ejército.
La evolución de la guerra en cuanto actores, modalidades, conflictos, peligros y las amenazas a la seguridad nacional obliga a reconsiderar los marcos tradicionales de defensa. El Perú, país andino con una historia significativa de guerras, luchas, de conflictos internos y una posición estratégica clave en Sudamérica, enfrenta un entorno internacional cada vez más complejo de carácter Volátil, Incierto, Ambiguo y Cambiante (VUCA). En el periodo 2025– 2030, los peligros en curso, riesgos y amenazas evidentes no se limitan a la guerra convencional, sino que incluyen formas difusas de conflicto como la guerra híbrida, la guerra no convencional y la guerra por interposición (proxy).
Definiciones
- Guerra Proxy. Una guerra proxy se produce cuando una potencia utiliza a otro actor (Estado o no estatal) para combatir indirectamente a un adversario (Byman, 2018). Este modelo fue característico durante la Guerra Fría y ha resurgido en conflictos como Siria y Yemen, e incluso la actual Guerra en Ucrania, que tiene características notables de una Guerra Proxy e Híbrida de alcance Global.
- Guerra Convencional. La guerra convencional se define en términos del enfrentamiento armado entre Estados Nacionales utilizando fuerzas regulares (Clausewitz, 1832/1980). Este tipo de conflicto busca derrotar al adversario en el campo de batalla (batalla decisiva) para imponer una voluntad política. La doctrina estadounidense (Joint Publication 3-0, 2018) distingue claramente este modelo de otras formas irregulares.
- Guerra No convencional. La guerra no convencional involucra el uso de tácticas de guerrilla, insurgencia o terrorismo por parte de actores no estatales. Su objetivo es desestabilizar al Estado sin enfrentamientos frontales (Galula, 1964; Mao, 1938). Incluye acciones encubiertas, subversión y apoyo extranjero a movimientos insurgentes, con la finalidad de destruir las estructuras políticas e instaurar un nuevo poder que reemplace al Estado Nacional preexistente.
- Guerra Híbrida. La guerra híbrida combina medios convencionales y no convencionales, cibernéticos, informacionales, diplomáticos y económicos (Gerasimov, 2013). Se trata de una estrategia que busca explotar vulnerabilidades internas del Estado objetivo sin desencadenar una guerra declarada (Murray & Mansoor, 2012).
Evaluación del escenario peruano 2025–2030
Hipótesis de Guerra Proxy. El Crimen Transnacional Organizado, con presencia de cárteles mexicanos, colombianos y brasileños, y bandas criminales transnacionales como “El tren de Aragua” tienen todas las características de actor proxy que actúan en varias zonas del país ejerciendo control territorial (Puno, VRAEM, San Martín de Pangoa, Pataz, Condorcanqui y Putumayo). Estas organizaciones podrían estar o podrían ser utilizadas por potencias extranjeras (como Irán o Rusia u otras) para desestabilizar al Perú indirectamente, aprovechando las rutas del narcotráfico y las estructuras corruptas del país (DEA, 2023).
El Crimen Transnacional Organizado se perfila como un actor no estatal que puede participar en conflictos Proxy o Híbridos, ya sea por cuenta propia (enfrentando al Estado para proteger sus intereses ilícitos – economías ilegales del narcotráfico y de la explotación y comercio de oro) o instrumentalizado por potencias extranjeras que busquen minar la estabilidad de un país en favor de fortalecer sus “economías de guerra”, o de moldear escenarios de impacto geopolítico en tiempos de enfrentamientos de potencias globales.
En el caso peruano, las organizaciones criminales más relevantes son las vinculadas al narcotráfico, la minería ilegal, la migración ilegal, el contrabando y otros tráficos ilícitos. Perú es uno de los mayores productores mundiales de cocaína (concentra aproximadamente 20% de los cultivos globales de hoja de coca, solo por detrás de Colombia que tiene ~70%; aunque en términos concretos de producción ambos países pueden llegar a aportar cada uno aproximadamente el 50% de la producción global de cocaína. Esta realidad ha atraído la intrusión de cárteles internacionales de la droga, particularmente los poderosos cárteles mexicanos. Informes recientes revelan que grupos como el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) se han expandido hacia Sudamérica, “exportando su modelo criminal” violento a países como Perú, Bolivia, Venezuela, Brasil, Chile, con presencia destacada en los circuitos de producción y tráfico de cocaína. Documentos filtrados (Guacamaya Leaks) y agencias de EE. UU. indican que los cárteles mexicanos disputan el control de los puntos de producción de cocaína en Perú, Colombia y Bolivia, así como las rutas para enviarla a mercados de EE. UU., Europa y Asia (INFOBAE, Abr 2025). La migración venezolana, masiva, súbita y compleja sobre la región, se ha posicionado en el Perú con una marcada presencia activa de la Banda de Crimen Transnacional “El Tren de Aragua”, reconocida como la principal impulsora de la ola de crimen más violenta de toda la historia nacional, principal referente de los crímenes por sicariato, extorsión, secuestros y robos a nivel nacional y con un evidente posicionamiento en el ámbito criminal nacional y regional en pleno, proceso de desarrollo. Sus orígenes y características relacionados con el poder político desde Venezuela son significativos.
En el periodo 2025–2030, es plausible que el crimen organizado busque capturar espacios de poder en el Perú, lo que constituye una amenaza a la seguridad nacional que se suma al peligro y daño que viene causando sobre el Estado y la población peruana. Los indicadores ya se ven: incremento de violencia mafiosa (ajustes de cuentas con extorsión secuestro y sicariato, asesinatos de testigos, nexos con grupos personajes y organizaciones políticas, etc.), mayor infiltración del dinero ilícito en campañas políticas locales y regionales, e incluso intentos de cooptar autoridades (casos de policías o militares corrompidos para facilitar envíos de droga e integrar bandas criminales) y control territorial en áreas remotas del país. Si el Estado no logra contener esta influencia, los carteles podrían llegar a desafiar abiertamente la autoridad política y judicial en ciertas zonas, similar a lo que viene ocurriendo en México o Colombia desde hace décadas. Tal situación equivaldría a una guerra proxy de facto donde el Estado peruano combate a enemigos internos financiados por redes globales.
En este sentido, se ha identificado incluso colaboración directa de criminales peruanos con emisarios de Sinaloa y CJNG en regiones fronterizas: por ejemplo, en la frontera suroriental de Perú (zona amazónica colindante con Brasil y Bolivia), operan conjuntamente organizaciones de delito peruano con células del Cártel de Sinaloa y CJNG y el llamado Comando Vermelho. Este entramado narco-criminal internacional constituye una amenaza híbrida porque combina violencia armada, corrupción sistémica, influencia política e influencia económica. Los llamados “narcoterroristas” del VRAEM constituye el caso más claro donde crimen organizado y guerra no convencional se fusionan: los remanentes senderistas brindan protección armada a los narcotraficantes a cambio de financiamiento, usando tácticas insurgentes contra el Estado, lo que los convierte en un actor híbrido (parte organización criminal, parte grupo subversivo), dentro de un concepto de guerra Proxy. (Infobae, abril, 2025).
En las actuales circunstancias, el Crimen Trasnacional Organizado viene causando un permanente, continuo y sistemático daño al Estado Peruano debilitando significativamente sus capacidades de institucionalidad política y jurídica; debilitando sus sistema económico con la primacía de las economías ilegales, desconfigurando el tejido social a través de la pérdida de confianza en el principio de autoridad del Estado produciendo la deslegitimación del sistema político, genera nuevos vectores de poder local bajo el control del crimen, también debilita las fuerzas de seguridad al haberlas infiltrado e involucrado con la corrupción sistemática, y genera la muerte por asesinato y sicariato criminal en forma creciente; de esta manera se configura al Crimen Transnacional Organizado como un enemigo del Estado.
- Hipótesis de Guerra Convencional. Aunque el Perú ha resuelto disputas territoriales con Ecuador y Chile, subsisten tensiones menores; al mismo tiempo que pueden generarse otras, cómo el caso de la frontera con Bolivia. La posibilidad de conflicto interestatal es baja, pero no nula. Las amenazas convencionales podrían emerger como resultado indirecto de conflictos regionales o de rivalidades entre potencias que involucren a países vecinos (CEDEYAC, 2023). Este tipo de guerra también puede asumir características de guerras híbridas y de guerras proxy, tal como sucede en Ucrania, Yemen, o en países del África Central.
- Hipótesis de Guerra No Convencional. Los remanentes del grupo terrorista Sendero Luminoso continúan activos en el VRAEM, mientras que en el PUTUMAYO elementos de las FARC y otros grupos criminales, ganan cada día mayor presencia proyectándose hacia otras zonas del interior del país, ambos vinculados al narcotráfico y a la producción y comercio ilegal de oro. Su degeneración en organizaciones narco-criminales-subversivas convierte al VRAEM en un foco de guerra irregular persistente (MINDEF, 2024); y próximamente se incorporaría a esa dinámica la zona del PUTUMAYO, y también la zona de PUNO en la frontera con Bolivia. Además, la posibilidad de radicalización de movimientos sociales en las respectivas zonas de interés e influencia de estas áreas representan un vector emergente de violencia y desafío al Estado Peruano. Principal atención a otros centros de expansión como San martín de Pangoa, y proyectarse hacia otros lugares relacionados con la minería ilegal como la Rinconada en Puno, el corredor minero del Sur, Pataz, y la región del Alto Marañón en la Provincia de Condorcanqui en Amazonas.
- Hipótesis de Guerra Híbrida. El Perú enfrenta riesgos crecientes de ataques informacionales, cibernéticos y desestabilización política y social promovida por actores internos y externos. Las capacidades cibernéticas limitadas del Estado peruano lo hacen vulnerable a operaciones encubiertas que buscan erosionar su institucionalidad (Richardson, 2024). La guerra híbrida suele involucrar actores estatales y no estatales coordinados: por ejemplo, usar milicias, grupos insurgentes locales, (también bandas criminales) campañas de desinformación, ciberataques, coerción económica, presión diplomática y la amenaza latente del poder militar convencional, todo de manera dirigida o generada (Gerasimov, 2023).
Un ejemplo hipotético de guerra híbrida podría ser la siguiente secuencia: durante una crisis política interna, potentes campañas informativas desde el exterior (posiblemente operadas por granjas de “bots” o medios digitales patrocinados por una potencia) acentúan la desestabilización del gobierno peruano; simultáneamente, ocurren ataques cibernéticos que interrumpen servicios básicos en ciudades (apagones, fallas en pagos electrónicos), lo que eleva el descontento ciudadano; en paralelo, organizaciones criminales en el VRAEM y/o en otros sectores, intensifican acciones violentas (emboscadas a patrullas, bloqueo de carretas, toma de aeropuertos,
quema de instalaciones públicas y privadas) actuando de hecho como un brazo armado proxy que aumenta la sensación de ingobernabilidad; todo esto acompañado de presión diplomática y económica externa (por ejemplo, sanciones o bloqueos comerciales menores justificados en otros argumentos, pero sincronizados con la campaña). Tal combinación buscaría que el Estado peruano se vea “acorralado” y conceda ventajas políticas al agresor (por ejemplo, alinearse con ciertas políticas foráneas, otorgar contratos estratégicos, o simplemente alejarse de alianzas indeseadas por el agresor). Cabe señalar que el propio Gerasimov mencionó esta “nueva percepción de tiempos de paz” donde la seguridad y soberanía son amenazadas por medios no militares incluso sin declaratoria de guerra.
Intereses de grandes potencias en América Latina y su impacto en el Perú
Estados Unidos busca contener la influencia China y Rusa en América Latina mediante cooperación militar, antinarcóticos y diplomacia (SOUTHCOM, 2024). China, por su parte, promueve una presencia económica creciente a través de la Franja y la Ruta, incluyendo inversiones en puertos, infraestructura energética y minerales en el Perú (CEPAL, 2023). Rusia emplea herramientas de guerra híbrida y alianzas con gobiernos como Venezuela, Cuba e Irán, para extender su influencia en la región y generar disrupción en contra de la política de los EE.
UU. Irán, a través de Hezbollah, participa en actividades de lavado de dinero, tráfico de oro y posible infiltración terrorista en zonas como la triple frontera. Israel, en cambio, mantiene una cooperación militar estrecha con Perú en áreas de inteligencia y ciberdefensa.
Alineamientos regionales relevantes
Países vecinos como Ecuador, Colombia y Brasil comparten intereses en seguridad fronteriza, lucha contra el narcotráfico, migración ilegal y estabilidad regional, bajo marcada influencia de los EE. UU.; Cuba, Bolivia y Venezuela presentan posturas más alineadas con potencias euroasiáticas, lo que podría ser problemático en escenarios de tensión. Argentina y Paraguay actúan como actores regionales de equilibrio, mientras que México, a pesar de la distancia geográfica, tiene influencia a través de sus cárteles y posturas políticas del socialismo latinoamericano para proyectar su influencia.
Conclusiones
El Perú debe estar en condiciones de enfrentar un entorno de peligros y daños en pleno desarrollo, amenazas multipolares y asimétricas. La disuasión convencional sigue siendo necesaria e imprescindible, pero tiene que complementarse con capacidades modernas y profesionales de fuerzas especiales e inteligencia, Opsic, ciberdefensa, y lucha contra el crimen organizado. La articulación interinstitucional y la interacción internacional en todos los ámbitos del poder nacional (Comunicacional, Político, Diplomático, Económico, Social y Militar) serán claves para contener peligros, riesgos y amenazas de guerras híbridas o proxy. Finalmente, es indispensable desarrollar una gran estrategia nacional que integre diplomacia, defensa y desarrollo con enfoque preventivo y con acciones inmediatas y permanentes con la finalidad de asegurar la vigencia del Estado Peruano y proteger a la población de los efectos de un entorno global Volátil, Incierto, Cambiante y Ambiguo (VUCA).