Por Augusto Santillana. Abogado y analista político

Para entender la misión del papa en la tierra desde la doctrina católica, es importante conocer cuáles son sus funciones en el ejercicio de su pontificado. El papa —considerado el sucesor directo del apóstol Pedro— es, ante todo, el líder supremo de la Iglesia Católica. Su papel como guía espiritual se extiende a lo largo de todo el orbe y sus palabras influyen en las creencias, valores y decisiones morales de millones. 

Cada homilía, cada encíclica, cada gesto público es cuidadosamente seguido y debatido. A través de su magisterio, el papa interpreta las escrituras y moldea la doctrina católica, marcando el rumbo de la fe en los tiempos modernos. Los representantes más inmediatos del papa: los obispos y los arzobispos, en los países donde se practica el catolicismo, también cumplen esa función.

Además de ello, los representantes del papa tienen la importante función de alzar su voz cuando las políticas implementadas por los gobernantes atentan contra los derechos más fundamentales de la población, como el derecho a la vida, a la igualdad, al ansia de justicia y al respeto de los derechos de las minorías.

Hemos visto, en el caso del Perú, a nuestro arzobispo Carlos Castillo, cuando en sus homilías ha tenido al frente a las principales autoridades del país, empezando por la presidenta de la República, la intensidad de sus sermones, cuestionando y criticando la equivocada gestión pública al frente de sus despachos. Señalando con ello que la Iglesia es actor protagónico para denunciar el yerro que muy frecuente cometen las autoridades y su indiferencia o frialdad en relación directa a los clamores del pueblo y sus necesidades no satisfechas de orden, seguridad ciudadana, carencias de oportunidades en varios ámbitos de la realidad nacional. En sus reflexiones, el Cardenal Castillo ha advertido sobre la peligrosa costumbre de justificar actos de injusticia en nombre de la fe. Cómo en la historia, se ha señalado a las víctimas como responsables de su propio sufrimiento, lo que perpetúa la desigualdad y la impunidad.

El papa Francisco, se ha ganado un lugar de preferencia en la fe de sus feligreses, al estar siempre al lado y ser su vocero; de los afligidos, de los inmigrantes, de los que sufren por las guerras en Ucrania, los constantes bombardeos en la franja de Gaza, y ahora, ultimo, las erráticas políticas del presidente Trump, que al final afecta a millones de personas, en especial, los más vulnerables.

En un mundo que se desliza constantemente entre conflictos y desigualdades, el papa también actúa como un diplomático global. Recibe a líderes mundiales, media en situaciones de crisis y pronuncia discursos ante organizaciones internacionales desde diferentes tribunas, siempre en defensa ante tanta injusticia y a abusos de una minoría cada vez más rica ante una mayoría cada vez más pobre.

El papa Francisco ha cultivado un sentimiento de amor a Cristo, interpretando de la mejor manera sus enseñanzas de humildad, sencillez, austeridad y bondad. Lo que le ha granjeado muchos adeptos, pero a la vez se han abierto bastantes frentes de oposición de los sectores más conservadores de la Iglesia. De la ultraderecha que defiende beneficios, lujos, prebendas, que muchas veces, colindan con la corrupción al interior de la iglesia.

Que ese legado papal sea asumido por su sucesor, ahora que se viene el Cónclave para elegir al sucesor del llamado “papa del pueblo”. El Perú estará representado integrando las quinielas que se vienen pronosticando para elegir al nuevo papa a través del Cardenal Castillo, que participará con voz y voto. Y estando en la capacidad de elegir pero también ser él el elegido como el posible sucesor de Francisco.