Nacido en Arequipa en 1857, Belisario Llosa y Rivero destacó como jurista, periodista, docente y literato. Obtuvo el título de Doctor en Jurisprudencia por la Universidad Nacional de San Agustín en 1878 y más tarde se recibió como abogado. Su vocación por la enseñanza lo llevó a impartir clases en distintos colegios de Arequipa y a desempeñar la cátedra de Estética y Literatura Española en su alma mater. También incursionó en el periodismo, colaborando con diversos medios escritos de la época. Durante el gobierno del almirante Lizardo Montero, asumió el cargo de Director del Ministerio de Gobierno.
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En el ámbito literario, su novela Sor María le otorgó reconocimiento y obtuvo una mención honrosa en un concurso promovido por el Ateneo de Lima, institución de la cual era miembro activo. En 1899 se trasladó a Cañete, donde ejerció como Juez de Primera Instancia. Falleció al año siguiente, en Arequipa, a los 43 años. Su legado no solo quedó en su obra y servicio público, sino también en su linaje: fue bisabuelo del escritor arequipeño Mario Vargas Llosa, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2010.
LA VOZ DE LA ESPERANZA
¡Cuán grato en noche callada
es olvidarse del suelo,
e ir a buscar en el cielo
nuestra esperanza adorada;
Cuando Arequipa reposa
velad en su dulce sueño,
por el gigante que es dueño
de su beldad silenciosa;
Cuando cada uno escondido
devora la humana pena
y llegan de oculta quena
los acordes al oído;
Cuando el alma entristecida
de sus dolores cansada,
pidiendo va fatigada
algún consuelo a la vida;
Cuando el enturbiado espacio
de la cárcel terrenal,
cambia la luna en topacio
de transparente cristal
Entonce una voz bendita
que exhala tímidamente,
el ave, la flor, la fuente
con armonía infinita,
Canta el hondo sentimiento
de lo divino del alma
trayendo en sus notas, calma
y luz para el pensamiento.
Con su vibrar delicioso
esa voz sonora y pura,
no sé que encanto procura
al corazón pesaroso
no sé que cuenta de allá
que a buscarlo nos inclina
en la esfera cristalina
y en la azul inmensidad.
Ella, de pasada infancia,
de esa edad, la sola buena,
hace aspirar la serena
y embriagadora fragancia;
Ella revela el secreto
que sólo el alma sabía,
y en su santuario creía
que se guardaba discreto;
Ella nos dice: “Infecundo”
“para el hombre peregrino
es el estrecho camino
de los anhelos del mundo”
“Y alza tus ojos del suelo,
Y en primaveral bonanza
Te guiará la esperanza
Por los senderos del cielo”