Layca, una perrita, sobrevivió a una agresión brutal en Miraflores hace un mes. Con 13 años, fue golpeada con una vara metálica por un trabajador de una contratista de SEAL, lo que le causó una fractura en el cráneo. Tras la condena al agresor, el Poder Judicial dispuso que la perrita permaneciera bajo custodia temporal mientras sanaba. Sin embargo, Layca desapareció del hogar temporal donde había sido enviada. La Federación Nacional de Organizaciones Animalistas y Ambientalistas (Fenova), asegura que escapó asustada, pero su paradero es incierto. Mientras tanto, las preguntas crecen: ¿quién protege realmente a las víctimas cuando los reflectores se apagan?

El 2 de marzo de 2025, cámaras de seguridad captaron el momento en que Randolf Álvaro Durán Carrasco, trabajador de una empresa contratista de SEAL, arrojó sin provocación una vara metálica a la cabeza de Layca. La agresión fue tan grave que la perrita necesitó dos semanas de atención médica por una fractura craneal. El caso generó una ola de indignación y presión pública que llevó al Poder Judicial a actuar con rapidez.

El 18 de marzo, el Segundo Juzgado de Investigación Preparatoria de Flagrancia sentenció a Durán a un año y medio de prisión suspendida, una reparación civil de mil soles, una multa económica adicional y la inhabilitación para tener mascotas. La justicia reconocía la agresión, pero dejaba en suspenso una pregunta: ¿y Layca?

Ese mismo juzgado entregó a la perrita bajo custodia temporal de la Fenova. Allí debería continuar su recuperación en un espacio supuestamente seguro. Pero el domingo pasado, todo cambió: Layca desapareció del hogar ubicado en la calle Otero 111, en pleno Cercado de Arequipa.

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Según Milagros Tovar, vocera de Fenova, la perrita habría huido tras rasgar una malla interior, asustada por el ruido de maquinaria que operaba en el primer piso. La organización asegura que la buscan “constantemente” y que informarán oficialmente a las autoridades si logran encontrarla. Sin embargo, aún no han reportado el incidente a la Corte, pese a que están a la espera de una audiencia de apelación.

Mientras tanto, la preocupación crece. El silencio oficial contrasta con la urgencia de dar con el paradero de Layca, una víctima doble: primero de la violencia humana, y ahora de un sistema que no termina de garantizar su protección. ¿Quién responde si no aparece?