En el corazón de Yanahuara, bajo el cielo límpido de Arequipa, se celebró un homenaje que trascendió el tiempo. José Luis Salinas Sosa, conocido cariñosamente como Pepe Salinas, fue recordado no solo como un artesano, sino como un custodio de la cultura arequipeña. La comuna provincial de Arequipa le rindió tributo en una ceremonia emotiva, donde su vida y obra brillaron como el pan de oro que tanto dominó.
Desde los once años, Pepe Salinas moldeó su destino con las manos. Sus creaciones, talladas en madera y revestidas de pan de oro, se convirtieron en el alma de las iglesias más emblemáticas de Arequipa. Cada altar, cada detalle, llevaba su sello: una mezcla de devoción, arte y tradición. Pero su legado no se limitó a lo tangible; también fue el impulsor de la Tradicional Semana Santa de Yanahuara y el único autor del icónico Testamento de Judas, una obra que hoy se replica en toda la ciudad.
El acto conmemorativo, celebrado en la parroquia de Yanahuara, reunió a autoridades, familiares y admiradores. Pablo Salinas, gerente municipal, entregó un diploma y una medalla de la Cultura en reconocimiento a su trayectoria. “Pepe no solo fue un artesano; fue un narrador de historias a través de sus obras”, destacó durante su discurso.
Legado que perdurará
A lo largo de su vida, Pepe Salinas acumuló distinciones que reflejaban su impacto en la cultura local. Fue nombrado Hijo Ilustre e Hijo Predilecto de Yanahuara y Arequipa, y recibió medallas de oro y plata por su contribución al arte religioso. Además, fue reconocido por municipalidades distritales y condecorado con la medalla Juan Pablo Vizcardo y Guzmán por el Congreso de la República.
Hoy, su legado sigue vivo en las manos de su hijo, José Francisco Salinas Neyra, quien lleva adelante la tradición familiar. “Las obras de mi padre están en casi todas las iglesias de Arequipa. Cada vez que alguien las admira, su memoria renace”, expresó con orgullo.
Pepe Salinas no fue solo un artesano; fue un guardián de la identidad arequipeña. Su vida, dedicada a tallar la fe y la tradición en pan de oro, dejó una huella imborrable. Arequipa, hoy más que nunca, brilla con el reflejo de su arte.