Estados Unidos ha reavivado una controversia geopolítica. Esto tras la decisión de Donald Trump de rebautizar la parte estadounidense del Golfo de México como «Golfo de América». A través de la Orden Ejecutiva 14172, el exmandatario justificó el cambio como un reconocimiento al «valor histórico y estratégico» de la zona para su país. La medida fue acompañada por la proclamación del 9 de febrero como el «Día del Golfo de América», alentando celebraciones nacionales en su honor.

La decisión no tardó en generar reacciones tanto a nivel interno como internacional. Figuras del Partido Republicano, como la congresista Marjorie Taylor Greene, respaldaron la iniciativa. Y anunciaron que trabajarán en un proyecto de ley para formalizar el cambio en mapas y documentos oficiales. Sin embargo, expertos en derecho marítimo advierten que la denominación internacional del golfo está regulada por acuerdos y organismos globales. Lo que imposibilita un reconocimiento unilateral.

El Golfo de México es una región compartida por Estados Unidos, México y Cuba, y su nombre ha sido utilizado durante más de cuatro siglos. Instituciones como la Organización Hidrográfica Internacional (OHI) son las encargadas de estandarizar la nomenclatura de mares y océanos en el ámbito mundial. Esto hace improbable que la modificación de Trump tenga efectos fuera del territorio estadounidense.

Desde México aún no ha habido una respuesta oficial, pero analistas advierten que la medida podría tensar las relaciones diplomáticas entre ambos países. La administración de Andrés Manuel López Obrador, que ha mantenido diferencias con Trump en materia migratoria y comercial, podría interpretar el cambio como una provocación o un intento de reforzar un discurso nacionalista en un año electoral clave para Estados Unidos.

Segundo intento

No es la primera vez que se intenta modificar el nombre del golfo. En 2012, un legislador de Misisipi sugirió llamarlo «Golfo de Estados Unidos», aunque luego aclaró que era una broma. En 2010, el comediante Stephen Colbert también propuso el mismo cambio en tono satírico tras el derrame de petróleo de Deepwater Horizon. Sin embargo, esta es la primera vez que un presidente oficializa un nuevo nombre mediante una orden ejecutiva.

Más allá de la controversia simbólica, la medida de Trump refleja una estrategia política más amplia. Su insistencia en resaltar el nacionalismo económico y territorial ha sido una constante en sus discursos de campaña, especialmente de cara a las elecciones de 2024. Con este gesto, busca fortalecer su imagen de líder que «defiende los intereses estadounidenses», aunque ello implique decisiones de impacto internacional.

Pese a la orden ejecutiva y las celebraciones promovidas en EE. UU., la realidad es que el Golfo de México sigue siendo reconocido globalmente bajo su nombre histórico. Sin un consenso diplomático con México y Cuba, el «Golfo de América» parece más un eslogan de campaña que un cambio con validez real en los mapas del mundo.