Nacido en Arequipa el 3 de mayo de 1830, José María Carpenter, hijo de un español y una arequipeña, mostró desde joven una inclinación hacia los estudios eclesiásticos. A los 11 años ingresó al Seminario Conciliar de San Jerónimo, donde destacó en materias como gramática, matemáticas, física, lógica y teología. Posteriormente, continuó su formación en el Colegio Nacional de San Francisco, obteniendo excelentes resultados académicos. Sin embargo, debido a motivos familiares, tuvo que dedicarse al comercio hasta 1867, sin abandonar su interés por los estudios y las artes.

En 1869 retomó su vocación religiosa, recibiendo las órdenes menores y superiores de manos del Obispo José Benedicto Torres. Fundó la Hermandad de San José y contribuyó en medios como La Verdad y la Revista Católica, defendiendo los principios y derechos de la Iglesia. Su dedicación le llevó a ser nombrado Capellán de Honor de la Santa Casa de Loreto en 1889, destacándose por su liderazgo y compromiso con la fe.

El 12 de noviembre de 1898 fue designado Obispo y posteriormente Vicario General del Arzobispado de Lima, por recomendación del Monseñor Tovar. Durante su servicio en este cargo, dejó una profunda huella en la comunidad eclesiástica, desempeñando sus funciones con dedicación hasta su fallecimiento el 3 de junio de 1903.

HORAS DE HASTIO

Hay momentos en la vida

En que el hombre se enajena,

Y siente tan honda pena

Que no puede describir

Mil ideas lo atormentan

Si al tiempo pasado mira;

Y a pesar suyo suspira

Si contempla el porvenir

En tropel a su memoria

Ya llorando, ya riendo;

Van los recuerdos viniendo

Con desordenado afán.

Unos llegan y se posan,

Otros pronto se retiran,

Unos vuelven, otros giran

Otros vienen y se van.

Buscan ansioso allá en su mente

Los placeres que pasaron,

Y los sueños que halagaron

Su fantástica ilusión;

Y en ellos encuentra sólo

Fatiga, cansancio, hastío,

Y un insondable vacío

Que abisman su corazón

En estas horas de lucha

En que se pierde la calma,

Sufre contristada el alma

Mil tormentos a la vez;

Pues la loca fantasía

Representa a la memoria

El cuadro de nuestra historia

En toda su desnudez.

Y entonces el nombre vaga

Por el campo de la vida,

Como la sombra perdida

En misteriosa región;

Y en estada tal, no sabe

Si sueña, si duerme o vive;

Ni los latidos percibe

De su herido corazón.