Escribe Romario Huamaní

Interior – exterior, cuartucho de cemento – calle en dirección a la cancha deportiva del valle, de noche: J. de 22 años lee un libro iluminado por una vela, echado en su cama, en un pequeño cuarto. La ventana enrejada que da lugar al exterior está abierta y vuelan los papeles desordenados encima de la mesa con el viento que ingresa. Decenas de voces de niños se escuchan cantando villancicos alrededor de la calle y se confunden entre la multitud de pueblerinos reunidos en la cancha deportiva festejando la víspera de navidad. J. se levanta para cerrar con triplay la ventana, pero tras la reja reconoce la silueta de S. de cabello lacio y largo que se levanta con la brisa. El olor familiar del perfume a jazmín impregna de nostalgia el rostro entristecido del joven, cerrando de inmediato los ojos y suspirando en el acto. Sin perder el rastro se apresura a seguirla y la encuentra, al final de la calle, sentada en el mirador de cemento frente a la cancha deportiva donde ocurre la celebración navideña. Intenta buscar su atención con los ojos pero ella inmóvil y concentrada en su móvil lo ignora. J. levanta la cabeza al cielo estrellado y comprende que es imposible recibir respuesta de su amada. Intenta de todo: desde una declaración mal ensayada de la inconformidad del final de la relación hasta el incómodo espectáculo de una interpretación para tocarla suavemente por la espalda cual una caricia; y sin embargo, no logra decir lo que quiere porque lo que quiere ya no está frente a él. Devastado, con el temblor creciente en sus manos se levanta del lugar y se retira quedando el vasto silencio musical del río cruzando el valle. 

La anterior escena mal descrita corresponde a una confesión que le hice a mi amigo José Antonio Portugal, cineasta, arequipeño, inconfundible de la generación 70 en el Perú que tiene aproximadamente 40 obras entre cortometrajes, mediometrajes y documentales, de las cuales se han perdido más de la mitad. Y que radica de forma continua en Arequipa desde hace algunos años.

Las líneas están inspiradas en un momento crucial de mi juventud, eso hace ya 2 años en mi búsqueda inútil por entender la dimensión de tal experiencia. Desde entonces tengo sueños en color dorado y verde cada vez que pienso en aquella temporada, o en ella. Cuando el cineasta José Antonio Portugal me dijo, la primera vez que lo conocí en persona, que soñaba desde muy joven en azul y que esa fue la decisión de utilizar tal color en la fotografía de varias escenas de sus trabajos audiovisuales, pensé que él podía ofrecerme alguna guía para representar cinematográficamente mi experiencia vivida. Pero me equivoqué, esa tarea solo me correspondía a mí y a nadie más. Esto sirvió de excusa para conocerlo mejor y charlar largas horas sobre lo que piensa del cine y de la vida en general.

José Antonio Portugal, caricatura hecha por Omar Zevallos.

Usted sueña en azul, ¿existe la posibilidad de una relación con alguna experiencia vivida? 

No lo sé, desde muy joven he soñado en azul. Nunca me puse a pensar en ello. Creo que los sueños están ligados a lo que es el cine y a lo que intento hacer. Y que los sueños tienen la ventaja de salirse de la norma, de plantear cosas imposibles. Quien usa los sueños en sus películas es Buñuel, y él tiene una idea en torno a esto: ¿Cuál es la diferencia entre el sueño y la realidad? Él dice que ambos son realidades: el sueño y lo que creemos que es realidad, lo cual es una idea altamente subversiva y eso corresponde a una etapa muy especial en la historia universal que es el superrealismo. 

Sé que usted ya no va a una sala de cine desde el año 2019, pero ha sido un gran cinéfilo en su juventud. ¿Se debe ver todo el cine? ¿Cómo nos acercamos al cine?

Me he acercado al cine creo que con una intención personal, que es conocer, investigar, aproximarse al tema o al personaje que escojo para hacer un documental. Entonces podría decir que todos mis trabajos son un ejercicio para comprender una realidad específica. Dicho de otra manera, el hacer una película para mi siempre ha sido una posibilidad de conocer la realidad; es decir, utilizar la cámara como instrumento de investigación. Una cámara es muy poderosa, en el sentido de que puedes llegar a muchos sitios. 

¿Qué significa hacer cine?

El trabajo de cine es entrar en otras actividades que te llevan a hacer cine. Entonces, una es estudiar, otra más importante es ver cine. Para aquellas personas que quieren ser cineastas es indispensable que vean cine, que vean las películas más importantes: los clásicos. Ahí está todo. Me parece la manera más importante de aprender lo que es el cine. No solamente el ejercicio del trabajo en una película, no es suficiente… Porque el cine es un medio de expresión muy complejo. Cuando digo complejo quiero decir que tiene muchas posibilidades de ayudar a una persona a expresarse con imágenes y sonidos. Entonces lo que uno aprende en cualquier especialidad sirve para el cine, todo sirve: música, historia, antropología, técnicas, en fin, todo sirve. 

Sobre el cine hecho en el Perú, ¿qué nos falta entender para hacer buenas películas? ¿Qué es una buena película? 

Me parece que estamos en un momento especial en el cine. Han surgido una serie de directores jóvenes que tienen una actitud distinta a lo que se vino haciendo a partir del año 70, 80 y 90, que a mi modo de ver es mucho más valiosa. Ocurre una cosa interesante por ejemplo. He visto alguna película peruano en otro país, en Europa, y la gente no llegaba a comprender el sentido de esa película porque era una visión absolutamente provinciana, vamos a decir, aunque fue hecha en Lima.

Esta película no tenía interés universal, interés humano y era muy cerrada. Pero incluso aquí en el Perú algunas películas  que se hacen en Lima no funcionan bien afuera porque están muy cerradas. Una historia que se desarrolla en Miraflores, que se habla como se habla ahí, no interesa a todo el mundo. Ese es un problema. Entonces a mi me parece que las películas que se están haciendo últimamente tienen un interés humano y por eso son mejores. El cine no solo es entretenimiento. 

Me ha dicho que piensa quedarse en Arequipa. En su último documental hay una preocupación por la historia, por los momentos que marcaron el carácter del arequipeño

Arequipa tiene una característica, una cualidad muy interesante, que es un espíritu que había más que ahora, de los hechos que han sucedido aquí. Para decirlo sencillamente, la historia de Arequipa tiene elementos suficientes para hacer muchísimas películas alrededor. Además prefiero vivir en Arequipa; y claro, voy a permanecer aquí. Y veo que hay mucha historia, una tradición particular que debe ser explorada y difundida en función de fortalecer la cultura arequipeña. 

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¿Qué exigencias encontramos en el proceso para realizar un documental y qué diferencias hay con el cine de ficción? 

Ahí hay una situación que me parece que es un proceso, en el documental es completamente distinto a la ficción porque en la ficción hay un guión escrito y estricto, y hay un desglose de ese guión. Entonces tú sabes que mañana vas a filmar la secuencia 8 no sé qué. Y no tiene una continuidad, sino que están separadas. Bueno, como el cine es muy caro, un día se filma en tales locaciones con tales actores, y eso ya descompone un poco una obra que tenga continuidad, pero el trabajo profesional te pide eso. El documental en cambio es un encuentro, una aventura, un encuentro con alguien, con una circunstancia, y antiguamente en los años 60 el documental tenía que decir una verdad, tenía que ser objetivo. Pero para mí, el documental es un trabajo eminentemente subjetivo: lo que puedo ver de la realidad. 

A usted no le importa que a la gente le guste su cine, ¿por qué?

No hago cine para un público, estoy en contra de eso. Con un colega en mi último trabajo hemos tenido esas diferencias y le dije que no me interesa. Nunca he pensado en el espectador y pareciera un pecado. Es como un poeta a quien se le dice escribe un poema para que la gente lo lea, para que lo recite. Un poeta verdadero te dirá que no entiendes nada. Es exactamente lo mismo. Entonces creo que la clave está en saber que el cine es un arte. Si tú resuelves eso, si tu crees, ya no hay de qué hablar.

Pero si tienes duda de eso. Conozco a tantas personas que han dejado el cine porque era difícil, porque no había cómo financiar sus proyectos y ahora están haciendo otras cosas. Cosa que no he podido hacer: trabajar en otra cosa, en algo parecido. Porque el cine para mi es una forma de vida, es una forma de ver el mundo. Es como una religión.  

¿Cómo es su relación con los actores?

Me cuesta muchísimo, porque ocurre una cosa extraña, y te lo voy a tratar de decir: Los peruanos no somos auténticos, nunca. Nos vestimos, decimos, estamos en lugares con los que no tenemos una identificación total. Lo voy a decir de otra manera: falta autenticidad en la vida de los peruanos. Los peruanos sienten, sin haberlo pensado, que deben actuar de una manera determinada para causar un efecto. No son auténticos… solo son auténticos si toman y están medio borrachos. Entonces ahí le sale la verdad de su carácter, y ese es el mismo problema para los actores. Cómo es posible que un actor que actúa todo el tiempo le vaya a pedir al director que no puede interpretar a tal persona, les es bien difícil porque su actuación está comprometida con algo que no debiera ser. Es demasiado para ellos.

El problema es que no pueden ser auténticos en la vida cotidiana, siempre están preocupados por la imagen que venden, que entregan a la gente. Entonces en donde no me ha ido mal es con los campesinos, porque claro son simples y auténticos. Porque ya son personas que no tienen esa máscara que les cuesta exponerse como son. Esta es mi relación y dificultad con los actores. Y creo que debería trabajar en eso, pensar en soluciones, en artilugios, pero no tengo paciencia, me da mucha cólera.

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