Donald Trump volvió a generar controversia al sugerir que Estados Unidos podría recuperar el control del Canal de Panamá, argumentando que las tarifas actuales perjudican a su país. Este comentario no solo tensa las relaciones entre ambos países, sino que también revive un capítulo sensible de la historia panameña tras la entrega del Canal en 1999.
El presidente de Panamá, José Raúl Mulino, rechazó firmemente las declaraciones de Trump y subrayó que el Canal es un símbolo de la soberanía panameña. Mulino dejó claro que Panamá consideraría cualquier intento de intervención como una violación directa de los tratados internacionales y un acto hostil contra su nación.
Analistas advierten que Trump podría generar tensiones similares a las producidas por la invasión rusa en Ucrania. Una intervención en el Canal de Panamá desafiaría directamente la soberanía panameña y podría desestabilizar políticamente a América Latina, una región históricamente sensible a las intervenciones extranjeras.
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El tratado Torrijos-Carter, firmado en 1977, establece claramente que Panamá posee el Canal, garantizando el paso libre de embarcaciones de todo el mundo. Cualquier acción unilateral de Estados Unidos violaría este acuerdo y enfrentaría el rechazo de organismos internacionales, como la ONU.
La creciente influencia de China en América Latina agrega una dimensión estratégica a este conflicto. Expertos sugieren que Trump podría reaccionar al interés chino en la región y ver el control panameño como una potencial amenaza a los intereses económicos y geopolíticos de Estados Unidos.
Esta nueva polémica no solo afecta a Panamá, sino que también expone los riesgos de la retórica agresiva en la política exterior de Estados Unidos. Aunque Trump busca apelar a su base nacionalista, su discurso puede aislar aún más a su país en el escenario internacional y aumentar la inestabilidad global en un momento de incertidumbre geopolítica.