Escribe: Víctor Miranda Ormachea
La música de Navidad es, ante todo, un fenómeno contradictorio. En el mismo instante en que las primeras notas de «All I Want for Christmas Is You» de Mariah Carey comienzan a resonar en los supermercados (aproximadamente en octubre, para horror del calendario), somos transportados a un espacio liminal donde el consumismo y la espiritualidad se entrelazan de forma grotesca, pero efectiva. La música navideña se ha convertido en un idioma universal; un tejido cultural tan denso como el relleno de un pavo mal cocido. Desde los villancicos tradicionales peruanos hasta las versiones de rock independiente, pasando por composiciones barrocas y el pop mainstream, este género encapsula tanto lo más noble como lo más vil de nuestra condición humana.
Lo espiritual y lo cultural: de los Toribianitos al barroco andino
En el Perú, la música navideña o los villancicos cantados por niños, como los emblemáticos Toribianitos, evocan una nostalgia profundamente enraizada en la tradición católica de la región. Sus versiones de clásicos populares como «Feliz Navidad» o «Navidad», con arreglos simples pero emotivos, tienen el poder de llevarnos a las misas de gallo de nuestra infancia, donde la fe era incuestionable e inquebrantable. Este tipo de música, aunque puede parecer ingenua y repetitiva para oídos más sofisticados, actúa como un anclaje emocional y espiritual para quienes la consumen.
Por otro lado, piezas como «Hanan Pacha Kusikuynin» o «Avecillas Sonoras» (joyas del barroco andino) conectan la espiritualidad cristiana con las cosmovisiones prehispánicas, creando una síntesis cultural única. En estas composiciones, la exaltación navideña no solo celebra el nacimiento de Cristo, sino también una reconciliación simbólica entre dos mundos antagónicos.
La música académica, a nivel global, también tiene sus emblemas navideños. Composiciones como el Oratorio de Navidad de Bach o el «Gloria in Excelsis Deo» de Antonio Vivaldi, encarnan la majestuosidad de la temporada; el uso de corales, fugas y orquestaciones complejas evoca una atmósfera de solemnidad y trascendencia que sigue siendo insuperable. Incluso frente al arsenal de sintetizadores de las producciones modernas.
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El imperio de lo ineludible Mariah, Wham!, Luis Miguel o Sinatra
Es imposible hablar de música navideña sin mencionar al pop. «Last Christmas» de Wham!, esa oda al amor no correspondido envuelta en un sintetizador ochentero, es el epítome de cómo la Navidad puede ser explotada comercialmente sin perder un ápice de efectividad emocional. Mariah Carey, por su parte, ha convertido su hit navideño en un fenómeno cultural y económico, generando ingresos anuales que superarían el PBI de algunos países pequeños. Del mismo modo se oye hasta la saciedad «Santa Claus is coming to Town» de Frank Sinatra o la versión en español de Luis Miguel.
Pero, ¿por qué estas canciones nos afectan tanto? Según un estudio realizado en 2018 por el Departamento de Psicología de la Universidad de Missouri, la música navideña puede activar áreas cerebrales asociadas con el bienestar y la nostalgia. Este fenómeno, mediado por la familiaridad y las connotaciones emocionales que poseen las canciones, puede desencadenar respuestas afectivas profundamente positivas, potenciando nuestra sensación de conexión social y familiar. No obstante, no todas las reacciones son tan idóneas: un estudio realizado en 2016 por la Universidad de Stanford, demostró que, en ambientes de alta exposición como centros comerciales y espacios públicos, la música navideña puede generar fatiga y aumentar el estrés, particularmente cuando las melodías se repiten sin descanso. Este fenómeno se observa cuando las personas se ven forzadas a escuchar estos temas en situaciones no deseadas, desencadenando una respuesta emocional negativa asociada a la saturación.
La navidad en la visión de la música independiente
La música navideña también ha sido reinterpretada por artistas de géneros tradicionalmente antitéticos al espíritu festivo. Para ejemplificar, el «Christmas Time» de Smashing Pumpkins, con su tono melancólico y atmosférico, desafía la alegría superficial de las producciones tradicionales; Siouxsie and the Banshees, con su versión de «Il est né, le divin enfant», transforma un villancico francés en una experiencia oscura y cautivadora; mientras que Flaming Lips lleva Little Drummer Boy a territorios ácidos y psicodélicos.
¿Por qué artistas tan disímiles se sienten atraídos por este repertorio? Más allá del oportunismo comercial, la música navideña ofrece un lienzo cultural que puede ser reconfigurado para cuestionar, celebrar o incluso parodiar sus propios valores. Algunas investigaciones han explorado cómo la estructura musical —incluyendo elementos como la tonalidad y la instrumentación— influye en las respuestas emocionales, transformando lo sacro en profano o lo trivial en sublime. Una investigación de la Universidad de California en 2017, titulada Musical Subversion and Nostalgia in Christmas Music: An Experimental Study, indagó cómo las versiones reconcebidas de canciones navideñas, en géneros como el post-punk, el metal o el indie, evocan sensaciones de nostalgia y sorpresa. En el estudio, la utilización de melodías familiares en contextos musicales distantes de los tradicionales también activó áreas cerebrales relacionadas con la sorpresa. Sugiriendo que la subversión musical puede transformar nuestra relación emocional con estas composiciones.
El efecto cultural y comercial: dos caras de una misma moneda
La música navideña tiene el poder de unir a las personas, generar empatía y reforzar la identidad cultural. Sin embargo, también puede ser un instrumento de alienación y explotación comercial. El colectivo Band Aid, con su icónica «Do They Know It’s Christmas?», combinó ambos elementos. Por un lado, un llamado a la solidaridad; por otro, una narrativa simplista y casi colonialista sobre la pobreza en África.
El cinismo no está ausente, desde la saturación mediática hasta las listas de reproducción interminables en Spotify, la música navideña a menudo se convierte en un recordatorio de la mercantilización de todo lo que alguna vez tuvo significado. No obstante, dentro de este ruido, aún emergen momentos de auténtica belleza.
La navidad, el arte, el cerebro y la contradicción humana
La música navideña es un microcosmos de nuestra sociedad: un espacio donde la espiritualidad, el arte, el comercio y el cinismo coexisten de manera incómoda pero fascinante. Desde los Toribianitos hasta Mariah Carey, pasando por Bach, Wham! y Siouxsie Sioux, cada interpretación refleja una faceta distinta de lo que significa ser humano durante esta temporada.
Tal vez la clave esté en cómo nos enfrentamos a estas canciones, podemos rechazarlas como un síntoma más del capitalismo tardío o abrazarlas como un escape temporal hacia un ideal colectivo. En cualquier caso, la música navideña seguirá siendo, para bien o para mal, la banda sonora de nuestras contradicciones más profundas.