(1847-1902) Laboró en varios periódicos de Lima y Arequipa y perteneció al Club Literario. Fue miembro del Ateneo de Lima en 1889. Dejó inédito un trabajo sobre la poetisa ecuatoriana Dolores Veintemilla. Publicó Flores silvestres (Barcelona : Pons y Cía., 1892), Violetas mistianas (Barcelona, 1898), y su colección de artículos bajo el título Ligeros pensamientos consagrados a la mujer (Arequipa : Imprenta La Bolsa,1883 y 2° ed. en Barcelona, en 1901)

Los poetas

Sublimes seres que a sufrir vinieron,

con lágrimas regando su camino,

y en mitad del desierto sucumbieron

llenando de esa suerte su destino.

Extranjeros en playas enemigas,

buscando van a su dolor abrigo;

sólo encuentran pesares y fatigas,

sólo la muerte cruel llevan consigo.

Como astros desquiciados van girando

por la esfera mezquina de este mundo,

y a raudales su luz van derramando

del caos material en lo profundo.

De un edén son las flores trasplantadas

al estéril desierto de la vida,

donde inclinan su tallo marchitadas,

exhalando su aroma bendecida.

A expensas de sí mismo, una historia

a cada corazón le van contando,

y en ella, cada cual, en su memoria,

su propia tempestad va recordando.

Soñando sin cesar, llevan doquiera

un mundo de ilusión y de ventura,

y sufren, persiguiendo una quimera

que se torna en amarga desventura.

Proscritos por el mundo van errantes

buscando de su idea el paraíso,

y no lo hallan, y siguen anhelantes

y sin verlo, morir le es preciso.

Seres son que han venido desterrados

de ese mundo ideal de la belleza,

a vivir en la tierra, desgraciados,

cual delicada flor en la maleza

Lucen, como entre el cieno los brillantes

los poetas que lloran el destino

de cruzar por el mundo siempre errantes,

sin tener un consuelo en su camino.

Vinieron a llorar: esa es su suerte,

brindando a los demás hermosas flores

y arrastran el dolor hasta la muerte,

y, cantando, nos cuentan sus dolores.

Son destellos de luz inextinguibles,

mensajeros de Dios sobre la tierra,

que elevan la materia a lo invisible,

sufriendo mientras viven, cruda guerra.

Espíritus fecundos, creadores,

que llevan en su frente hermosa llama,

del genio los destellos brilladores

y el fuego de un volcán que los inflama.

El mundo no comprende su grandeza

y se burla en su loco desvarío,

como el ciego que ignora la belleza

y no puede mirar sino el vacío.

Formados los poetas de la idea,

de la mente divina son hechura,

y Dios al contemplarlos se recrea

viendo en ellos su imagen y hermosura.

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