El analista Carlos Meléndez alertó que la desaprobación generalizada a la gestión de Dina Boluarte y el descontento ciudadano perfilan un escenario electoral propenso a la polarización y la hiperfragmentación en el Perú.
La reciente encuesta que otorga a Dina Boluarte una desaprobación del 94 % entre empresarios y una aprobación de apenas 6 % refleja el profundo malestar social y político que atraviesa el Perú. Según Carlos Meléndez, analista de 50+1, este descontento no solo impacta a la clase popular. Sino también al empresariado, lo que anticipa un proceso electoral marcado por la rabia y la búsqueda de extremos.
El malestar económico y la creciente pobreza podrían inclinar a los votantes hacia propuestas radicales tanto de izquierda como de derecha. Desde asambleas constituyentes hasta políticas represivas. Sin embargo, este escenario se agrava con la hiperfragmentación política. El Perú cuenta con más de 40 partidos habilitados, lo que eleva el riesgo de que candidatos con menos del 15 % de respaldo pasen a una segunda vuelta. Este fenómeno afecta la representatividad democrática.
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La falta de opciones moderadas en un panorama político fragmentado podría llevar nuevamente a la elección del «mal menor». Como advierte Meléndez, un presidente electo con el apoyo de apenas un tercio del electorado tendría grandes dificultades para gobernar con legitimidad. La democracia peruana enfrenta así un reto crucial: superar la desconfianza generalizada y el caos partidario.
En este contexto, la polarización y la hiperfragmentación amenazan con perpetuar un círculo vicioso de inestabilidad. Para Meléndez, la única alternativa viable radica en que las fuerzas moderadas logren capitalizar el hartazgo ciudadano y presenten propuestas sólidas que trasciendan los extremos. Sin embargo, las similitudes entre los comicios de 2021 y las perspectivas para 2026 plantean pocas esperanzas de cambio significativo.
Para el especialista la gran cantidad de partidos políticos habilitados para participar en el próximo proceso electoral va a dinamitar la alicaída democracia peruana, presentando candidatos que representan menos del 1 % de la población. Y no muestran las verdaderas necesidades de la mayoría de peruanos que buscan un cambio de la situación política, social y económica y mejore las condiciones de las clases más pobres del país.
Con una ciudadanía desinformada y desmotivada, el Perú se enfrenta a una elección que podría consolidar el rechazo al sistema político actual. El desafío para el electorado será discernir entre una amplia oferta de candidatos y evitar la repetición de un escenario en el que dos opciones minoritarias decidan el destino de todo el país, y se registren nuevos enfrentamientos en la clase política.
El llamado a los partidos políticos es claro: priorizar la coherencia ideológica y la responsabilidad sobre la proliferación de candidaturas. Solo así se podrá restablecer la confianza en las instituciones y garantizar un liderazgo representativo que promueva el progreso nacional.