La familia de Ángel Salazar, quien falleció en un trágico accidente expresa su profunda indignación por la decisión judicial de liberar al conductor responsable, quien manejaba en estado de ebriedad y sin licencia.
La liberación de Reynaldo Puma Atanacio, quien conducía en estado de ebriedad y atropelló al pequeño Ángel Salazar Idme, ha generado un profundo sentimiento de indignación en Arequipa. La familia del niño, aún sumida en el dolor, no comprende cómo las autoridades han considerado que no hay pruebas suficientes, pese a que el dosaje etílico arrojó 1.68 gramos por litro de alcohol en su sangre.
La tragedia ocurrió la noche del 30 de octubre, cuando Ángel, de solo 9 años, fue embestido mientras montaba su bicicleta. Testigos relatan cómo el conductor no solo atropelló al niño, sino que continuó el impacto, pasando varias veces sobre su cuerpo, lo que resultó en heridas fatales. La familia, devastada, asegura que el accidente fue producto de una negligencia inexcusable y una conducta irresponsable.
Los hermanos de Ángel explican que el niño era un símbolo de esperanza y alegría para la familia, especialmente tras la pérdida de su madre. “Ángel era nuestro tesoro, un recuerdo viviente de nuestra mamá y el menor de ocho hermanos. No podemos aceptar que su muerte quede impune”, expresó Arelis Salazar Idme, hermana del menor, pidiendo justicia y medidas severas para evitar que el acusado se fugue.
La hermana del menor lamenta que el conductor, pese a la gravedad del hecho, actuara con arrogancia tras el accidente. «No solo no mostró arrepentimiento, sino que intentó culpar a mi hermano. Prometió asumir los gastos, pero nunca lo hizo. Su comportamiento reflejo falta de empatía y desprecio por la vida humana», enfatizó, conmovida y frustrada por la decisión judicial.
La familia exige que se dicte prisión preventiva mientras dure el proceso. “Nos preocupa que pueda escapar y evadir la justicia. Necesitamos que el caso siga su curso con el responsable detenido y que se le imponga la máxima sanción”, señalaron los hermanos de Ángel, quienes se sienten desamparados por un sistema que consideran deficiente.
El caso ha abierto un debate sobre la aplicación de justicia y la tolerancia a los delitos de conducción en estado de ebriedad. Las pruebas y el dolor de la familia parecen insuficientes para mantener al acusado bajo arresto, lo que ha generado un clamor por cambios en la normativa y procesos judiciales más rigurosos en casos similares.
La comunidad y la familia Salazar insisten en que no descansarán hasta que se haga justicia. La memoria de Ángel, un niño feliz y lleno de sueños, impulsa su lucha por asegurar que esta tragedia no se repita y que los responsables enfrenten las consecuencias de sus actos.
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