Escribe Federico Rosado
Mediocridad y corrupción, dos componentes que atraviesan la política peruana y que circulan en los tres niveles de gobiernos: nacional, regionales y locales (municipalidades).
La mediocridad se refiere a la incapacidad demostrada para resolver problemas y se refleja en la carencia de un equipo calificado de expertos en los diferentes sectores; sin este personal no hay un plan de gobierno y confirma la falta de gestión de la autoridad principal. El estilo verificado implica rodearse de una sarta de ayayeros o de los famosos “cargadores”; también de allegados familiares.
Si el “mandamás” es prolijo en estas mañas, el tránsito a la corrupción es inmediato, porque él, que a sabiendas de que está prohibido contratar a cercanos por consanguinidad y afinidad, no necesita límite para el saqueo de los dineros estatales. Acaba de ser sentenciado un expresidente de la república: coima de 35 millones de dólares, sentencia de prisión por 20 años y medio; un millón setecientos mil dólares por año.
A propósito de la condena a quien ocupara el puesto más alto de la nación, acaso estamos ante una excepción, porque el mediocre y corrupto gobernante se asegura que la justicia no exista, que goce de impunidad. 1991: “Y total corrupción hay en todos lados/ Y por cinco Lucas me compro un diputado/ Un juez, un fiscal/ Un par de abogados/ Un arquitecto, o en su defecto/ Un novelista, un par de periodistas/ Un arzobispo, un cardenal/ Una virgen que llora y una virgen de verdad/ Y quizás a Fujimori…” (Sillau y Ríos).
El Perú es la nación de las excepciones o más bien de las justificaciones, nos contentamos con uno, uno es suficiente para que la miseria sea menos miserable. La normalidad de la sordidez es cotidiana, una costumbre peruana que acumula siglos y mañana mismo el nombre del delincuente será el de un equipo de fútbol, calle, urbanización, distrito o el de una promoción de colegio.
¿No es así Piérola, Leguía, Echenique, Castilla, Odría, Iglesias, etc.? Y así será por los siglos de los siglos, amén.
Sin embargo, aún quedan retazos de ética, eso sí es una Revelación con Orihuela a la cabeza, cuya misión no nos debe hacer olvidar: “En resumen, hoy el Perú es organismo enfermo: donde se aplica el dedo brota pus” (Propaganda i ataque, 1888).