“Artesmero” es una empresa dedicada a la fabricación de esculturas de todos los modelos y tamaños. Estas efigies, elaboradas por Juan Cueva Huayllapuma desde hace más de 30 años, ahora llegan hasta Chile y gran parte del Perú.
Desde que era adolescente Juan José Cueva Huayllapuma ha dedicado su vida a dar forma a sus sueños. Con su empresa “Artesmero”, moldea el polvo del yeso para crear esculturas únicas. Hoy, con más de 30 años de experiencia, no solo es un escultor, sino también un inventor que transforma sus ideas en verdaderas piezas de arte que llegan a gran parte del Perú e, incluso, hasta Chile.
Su gusto por el arte viene desde niño, antes de los 17 años ya realizaba dibujos y amasaba el yeso con algo de destreza. Juan José fue aprendiz de los artesanos de su barrio, quienes le enseñaron los secretos para crear sus efigies. Fracasó muchas veces hasta que dominó la técnica que ejecuta cada vez que realiza un proyecto.
“Yo aprendí de los antiguos artesanos arequipeños, porque no hay una escuela de escultura donde puedas aprender. La única forma de mejorar tu técnica es poniendo manos a la obra. Desde que era adolescente elaboraba mis primeras esculturas a modo de práctica”, cuenta Juan José desde su taller ubicado en la calle La Mar, en el distrito de Paucarpata.
Obras de arte
Entre adornos, pesebres y mesetas, las esculturas del artista no son sólo decoraciones; son expresiones de un arte que ha resistido al paso del tiempo. “Cada pieza que hago es como un hijo”, asegura con voz profunda, mientras alisa la superficie de una figura en la que trabaja. Sus manos, gastadas por los años y la labor, son testigos de una historia de entrega y amor por su oficio.
La creatividad del empresario no tiene límites. Cada escultura que imagina nace primero en su mente, en un espacio donde lo real y lo fantástico se mezclan. Con paciencia, da forma a cada detalle, convirtiendo el material crudo en figuras que parecen cobrar vida bajo su toque. Este año, “Artesmero” se prepara para un nuevo proyecto: la creación de nacimientos en tamaño real.
“Quiero que cada pieza de yeso y resina sea un tributo a la Navidad y a la unidad familiar”, dice Juan José, con una chispa de entusiasmo en los ojos. Imagina a María, José y el niño Jesús como figuras majestuosas, que transmitirán la serenidad y pureza de la celebración navideña.
Su taller, siempre lleno de polvo y piezas a medio hacer, es una extensión del alma de Juan José. Allí, entre sus herramientas y moldes, él y su equipo trabajan sin descanso, pulen cada esquina y esculpen cada curva con mucho esmero. Como un orfebre que cuida cada detalle, perfecciona cada escultura, consciente de que su trabajo no solo decorará una casa, sino que llevará consigo una parte de su corazón.
Arte para todos
“Elaboramos piezas para todos los gustos. Todo lo creamos desde el inicio, nada es hecho al azar. La posición, el tamaño, los colores y hasta los más mínimos detalles tienen un significado. Esa es la diferencia de nuestro trabajo minucioso. Por eso también exportamos hasta Chile”, añade el artista.
“Artesmero” no es solo un lugar de trabajo; es un espacio de inspiración. Los clientes que cruzan sus puertas encuentran un universo lleno de figuras que parecen estar listas para hablar. Sus esculturas, pequeñas o monumentales, trascienden el espacio físico para tocar el alma de quienes las observan. Los niños se maravillan ante los pesebres y los adultos encuentran en cada pieza un fragmento de sus propios recuerdos.
“Diseñamos cosas únicas. Todo es ciencia y nemotecnia, si uno no aprende no prospera. Cada escultura está diseñada para un fin especial. Para niños, jóvenes y adultos”, concluye el maestro escultor mientras mezcla la masa de yeso para darle forma a una colección de alcancías en forma de balones de fútbol.
Con la Navidad acercándose, el taller se convierte en un hervidero de actividad. Juan José y su equipo trabajan día y noche, comprometidos a llevar la magia de sus esculturas a los hogares. Para él, el arte no es solo un medio de subsistencia, es su manera de conectar con la gente, de transmitir un legado que se extiende más allá de su propio tiempo. Y así, con cada nacimiento, cada meseta, cada pieza, Juan José deja una huella imborrable, perpetuando un oficio que, como él, tiene alma y corazón.