Escribe Augusto Santillana / Abogado y analista político
Al frente de tanta barbarie e insania que se evidencia como expresión de las guerras en medio oriente, la invasión a Ucrania, la siempre convulsionada región africana, las dictaduras en Latinoamérica, la incesante inmigración hacía Europa y EE.UU. la pobreza y extrema pobreza que flagela a diario a millones de personas en el mundo con el alimento que escasea y la casi nula oportunidad de mejores servicios de educación y salud de calidad. Tenemos del otro lado, los adelantos en el desarrollo tecnológico, la Inteligencia Artificial, IA; la carrera aeroespacial, el internet y las redes sociales pero a la vez, un peligroso ascenso al poder de partidos con ideologías de ultraderecha. Violencia y desesperanza por un lado, y una nueva configuración del poderío económico por el otro. Se consolida así la amplia brecha de desigualdad y se acrecienta el poder de los estados líderes, agrupados en el G7, comandados por los EE.UU. amenazados muy de cerca por la cada vez más influyente China y el bloque que lidera.
En medio de esa panorama mundial, nos preguntamos ¿Existe otra manera de gobernar el mundo? Y, frente a tanta agitación, ¿cómo podemos hacer que el futuro sea más justo? Sucede que el pasado mes de septiembre, en la sede de la ONU en Nueva York se concretó una oportunidad única para que la comunidad internacional forje un nuevo camino en beneficio de todos. Los líderes mundiales agrupados en la 79° Asamblea General de las Naciones Unidas, acaban de adoptar por consenso el Pacto para el Futuro.
El Pacto se abre con una declaración de los líderes internacionales en la que afirman que “nos enfrentamos a crecientes riesgos catastróficos y existenciales, muchos de ellos causados por nuestras propias decisiones. Hay seres humanos que padecen terribles sufrimientos. Si no enderezamos el rumbo, corremos el riesgo de estar abocados a un futuro disfuncional en el que las crisis serán constantes”.
Si bien es una buena noticia que los países miembros, hayan fijado una hoja de ruta para adaptar la cooperación internacional a las necesidades actuales y futuras. La necesidad de este cambio es clara. Como dijo el Secretario General, Antonio Guterres, “no podemos crear un futuro digno para nuestros nietos con un sistema construido por nuestros abuelos”.
Y, el problema se agudiza porque a nivel interno de los países del orbe, existe en la mayoría, precariedad en los sistemas de gobierno, mucha corrupción en la administración pública, avasallamiento de los poderes del Estado, grupos de poderque por cuidar de sus intereses resquebrajan un orden jurídico que cautele los derechos de las poblaciones más vulnerables. Así también movimientos de ultraderecha que enarbolan políticas nacionalistas que se confrontan justamente con lo que quiere promover el Pacto por el Futuro de impulsar medidas y acciones en aras de una reducción de la desigualdad y de la pobreza mundial en que se hallan inmersas las grandes mayorías y que requieren de nuestro urgente apoyo.
Aun así, el pacto merece ser leído y guardado, para no olvidar completamente cuál es la razón de ser de la ONU. Y que los que actualmente gobiernan en el Perú, entiendan que no podemos apartarnos del derecho internacional y sancionar a los que van en un sentido contrario de apartarse de todo orden mundial que desarrolla políticas conjuntas de bien común y un desarrollo sostenible. Esa debe ser la tendencia en bien de las futuras generaciones.