Escribe Federico Rosado
Madrugada de un lunes, un no tan joven de 24 años conduce en «ebriedad absoluta» una camioneta. Es detenido por la policía. En su defensa dice: “soy el hijo del gobernador”.
¿Madrugada de un lunes? Parece que festeja el día de la juventud espiritual, porque digamos que a los 24 años tan joven ya no se es; además la edad no es garantía de madurez. ¿Si hubiera tenido 17 años? Tal vez tendría un argumento de defensa.
“Tengan cuidado, soy el hijo del gobernador”, o sea “tú no sabes con quién te estás metiendo”, frases típicas de quien sigue bajo el paraguas de su “pa”, efectivamente máxima autoridad de la región y exrector. «El hijito de papá” que amenaza a los policías por atreverse a detenerlo estando tres veces más borracho de lo legal.
¿Es culpable el “padre gobernador” de los actos de su hijo? Debió preocuparse que su vástago se amaneciera un lunes consumiendo bebidas alcohólicas y vaya que las ingirió por el nivel que se encontró en su sangre. Qué pretendían los del intento hacer invisible la camioneta tapándola al estilo de cuando se accidentaba un ómnibus y lo pintaban de blanco. O los que armaron una trifulca para evitar que los periodistas registraran al transgresor que abandonaba el local policial. Tantos errores, más notoriedad.
Esa manera de protegerse: “Voy a llamar al general”, “Te voy a acusar con mi padrino que es el alcalde”, “Te fregaste: mi tío es congresista”. Un escudo de impunidad que es licencia para manejar borracho, zamparse la cola, aprobar con veinte, amenazar al policía de la esquina, pedir fiado en el bar “El Tufo”.
Quién es más infractor el progenitor o el descendiente. A quién defendería usted. ¿Si fuera al revés? La autoridad no diría “Soy el padre de…”, sería más enfático “Soy el gobernador, carajo”.
A parte del escándalo, no cambiamos ni cambiaremos, políticos y habitantes, porque la camiseta de ciudadanos aún nos queda grande, porque los policastros saben que los pobladores están resignados y toleran la mediocridad y corrupción. Habrá más hijos, sobrinos, ahijados, nietos de congresistas, alcaldes, gobernadores, jueces, fiscales y no escapan empresarios, gerentes generales, dueños y amos.
¿No creen ustedes que, en toda esta historia, faltaba Chibolín?