Por José Luis Ramos / Analista Político
Un gobierno con una aprobación cerca al margen de error y un Congreso que digita al Ejecutivo cual titiritero y que ha logrado unir al país en la consensual repulsa que siente frente al mismo, hacen el ridículo condenando al gobierno de Venezuela por imponerse por encima de la voluntad popular. Lo mismo ha hecho el Parlamento Europeo, reconociendo como presidente electo a Edmundo González, ya que para ello tuvo que recurrir a los votos de quienes quisieran escribir un reportaje al estilo de Caretas sobre Fujimori, que titule: “Luces y Sombras de las SS nazis”.
Y es que el actual gobierno no deja de manifestar su desprecio por la democracia una y otra vez. La mentira es su modus operandi de comunicarse con la ciudadanía, sino recordemos todo lo que la señora Boluarte y los ministros que le han colocado las bancadas del Congreso dijeron insistentemente durante las protestas de diciembre de 2022 y enero de 2023: que Sendero Luminoso estaba detrás de todo, que ingresaron armamento desde Bolivia, que el financiamiento corrió por parte del narcotráfico y la minería ilegal y que la planificación se hizo desde los países extranjeros que conforman el “eje del mal”. ¿Desde entonces han presentado alguna prueba al respecto? Ninguna. Por tanto, no solo la mentira es su práctica cotidiana, sino que el cinismo es su estrategia comunicativa y eso no puede entenderse sino como autoritarismo.
Combinado a ello es una constante desconocer la condición de ciudadanía de peruanos y peruanas, a quienes la prensa cómplice llama pobladores, no casualmente. Así, ni bien sentada en el sillón, la presidenta fue clara en que ella no iba a discutir cuestiones políticas, sino que solo atendería reclamos sociales. Es decir, desconociendo que en una democracia el mandato recae en la ciudadanía. Esto lo repetiría una y otra vez, cada que la ciudadanía quería cumplir el papel que le corresponde. Así, diría que la población del Valle de Tambo se estaba dejando llevar por un minúsculo grupo ideologizado. En otras palabras, no son ciudadanos porque carecen de agencia, y si protestan es porque los están manipulando. Pero la cereza de este pastel despótico, la vimos esta semana, cuando la que se niega a hablar con la prensa dio un patético mensaje a la nación para decir que los congresistas que votaron en contra de su autorización para viajar fueron “influenciados”. Por su puesto no dijo quiénes ni por quién, ni exhibió prueba alguna.
Obviamente, no es que la presidenta represente una postura dictatorial y los congresistas una opuesta porque ambos son lo mismo. Simplemente es que los parlamentarios están enojados porque el reparto del Estado no habrá sido como lo pedían. Así, este Congreso de la vergüenza nos evitó una vergüenza, la de Dina hablando en la ONU de que en el Perú los incendios forestales son una práctica cultural o un boicot de Korea del Norte.