Por Jorge Condorcallo
“Detrás de la puerta del baño hay una mano negra y fea como una enorme araña…”, confesó la niña con voz grave y la carita pálida como las hojas del cuaderno de lenguaje que dejó abierto sobre la mesa. Los niños se miraban asustados. El profesor revisó el cajón de su escritorio invadido por la incertidumbre y la pequeña, sin más que decir, comenzó a llorar.
El tiempo ha borrado la fantástica y macabra historia de la mano que deambula por los baños de los colegios, se esconde en las sombras y resquicios como un depredador a la espera de su presa para saltar y asirse con fuerza sobrenatural a las frágiles gargantas de niños y adolescentes. No hay registros en los diarios locales de la paranoia que alarmó a los escolares arequipeños. Pero subsisten en los recuerdos de los que hoy son abuelos, como los locutores de radio Melodía, la emisora más importante de esa época. Ellos escuchaban por contacto telefónico o patrullando las calles la inverosímil historia de la mano maldita allá por el año de 1993.
Yo con diez años era un enano feliz y curioso que oyó asombrado a sus serísimos padres conversar con sus tíos, en la sobremesa de un cumpleaños, sobre las muchas y aterradoras, pero nunca documentadas, apariciones de la maligna diestra.
La leyenda urbana, porque eso era, se esparció entre la población en forma de inofensivo rumor que fue creciendo hasta llegar a la pasmosa dimensión del pánico.
La fama de la temible mano negra, fue el nombre con el que la bautizaron los mistianos, aumentó cómo una bola de nieve que rueda por la pendiente de la estremecedora publicidad del boca en boca. Los creyentes de la mano contaban que se paseaba por las tumbas de la principal necrópolis de la ciudad, El cementerio general de la Apacheta, como una sombra arácnida sobre las tumbas de mármol o se escabullía por debajo de la basura que se amontonaba en las torrenteras distritales. El arraigado culto a lo sagrado, el temor religioso a la muerte, el misticismo y el fervor por las leyendas populares que explican nuestra idiosincrasia, en las que figuran las leyendas de manos vengativas y criminales, que la gente protege bajo el manto de la tradición, no dio cabida a la hipótesis de que en la historia en cuestión sí había una mano negra, pero era la del gobierno porque después del Autogolpe de Estado (1992) que dio el expresidente Alberto Fujimori se activó un plan para desviar la atención de la opinión pública. La compra de diarios y canales de televisión, el dictado de la línea editorial de los medios de comunicación desde las salas del controvertido Servicio Nacional de Inteligencia (SIN) y las portadas calumniosas y sensacionalistas que proliferaron en aquellos años podrían corroborar las mañas del gobierno por atolondrar a la masa con lo que le fascina y sobrecoge, por ejemplo, los cuentos de miedo.
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Las caras de la leyenda
¿A quién le pertenecía la maldita mano? Cundió la inquietud y el imaginario popular respondió con creatividad e inventiva: una banda de ladrones vio con codicia el brillante del anillo que ostentaba una mujer. Ella se defendió con uñas y gritos del asalto y los maleantes armados con cuchillos no tuvieron ni un gramo de piedad con la señorita y enfurecidos por la tenaz resistencia que opuso le cercenaron la mano en represalia. De la dama mutilada no se supo más, pero la mano rebosante de intensas emociones humanas habría cobrado vida para recuperar la sortija de compromiso sin importar el precio de su cruzada.
Los profesores en el clima de terror consentían que las alumnas fueran de dos a los baños porque no se atrevían a ir solas, aún más sugestionadas estaban las del turno de tarde y ni que hablar de la nocturna. En los cónclaves de estudiantes se auspiciaban los miedos y se contaba otra versión de la mano ominosa y su propósito de ser: en las noches sin luna se ven cuatro brillantes que son las preciadas gemas de los cuatro anillos que adornan los dedos de un brujo, el nigromante de gran poder murió en un accidente de tránsito donde el acero del automóvil le rebanó el brazo con tal violencia que por el golpe se desprendió la joya de su quinto anillo que ahora la mano embrujada busca con deseo sobrenatural, sin importarle matar para conseguir su sagrado amuleto.
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La madre del cordero
En la investigación encontré similitudes en algunas leyendas europeas que podrían ser cuna de la mano arequipeña porque la sanguinaria mano negra, al igual que la leyenda de la fantasmal Mónica, es probable que haya surgido en España como parte del folclore ibérico y atravesó el océano atlántico para llegar a nuestro continente y en su itinerario de terror visitó la Ciudad Blanca para vestirse con los ropajes y modismos locales. Por ejemplo, en la ciudad de Segovia, subsiste el relato oral de una mano como una entidad diabólica que juega, o jugaba, con sus víctimas: ella se acerca con sigilo, toca sorpresivamente el hombro del distraído para llamar su atención y cuando este se gira, el espectro le arranca los ojos con sus largos dedos afilados y oscuros.
En 1884 se difundió el cuento de tono popular La mano negra cuya publicación registró la leyenda andaluza del anciano pobre, sus tres desgraciadas hijas y un terrible ogro. El desagradable habitante del bosque pide por esposa a la hija mayor a cambio de la promesa de entregarle dinero al viejo codicioso que acepta el deshonroso trueque. La desposada, aterrada por la constitución de su marido, es obligada a vivir con él, el monstruo le entrega una mano negra y ordena:
—¡Cómetela!
En ausencia del malvado, la joven asustada arroja la extremidad a un pozo profundo y miente cuando regresa el esposo; ella jura que ha cumplido la orden.
—¿Dónde estás mano negra? —pregunta con desconfianza y las siniestras falanges trepan por las paredes del pozo hasta llegar a la mesa principal de la casa. En castigo por la desobediencia mata a la mujer sin pena ni remordimientos.
El ogro exige otra hija en matrimonio para que se cumpla el contrato que ha firmado el padre. El destino de lance forzado y muerte absurda alcanza a la segunda pobre hermana. La más pequeña de las tres acepta ser desposada,también es obligada a realizar la mortal prueba, sin embargo la muchacha con mucho ingenio guarda la mano en un pañuelo que ata a su cintura y lo cubre con sus ropas.
—¿Dónde estás mano negra? —interroga el astuto ogro y del interior de la niña borbotea una respuesta:
—¡En la barriga!
La conclusión procura corregir los comportamientos de padres e hijos, mete el cuco sobre las elecciones maritales sin sensatez y los matrimonios por arreglo.
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Parientes en el mundo
Algunas ciudades y pueblos de Sudamérica y España comparten narrativas de magia en sus costumbres que dan testimonio de que se puede convocar a la asesina al pronunciar tres veces su nombre dentro del cuarto de los servicios higiénicos y el remate del conjuro consiste en jalar la palanca del inodoro. Del agua turbulenta emerge la intrusa con un único objetivo: estrangular al imprudente que se ha atrevido a invocarla.
Otra versión contempla la fórmula de tres diferentes palmas con sus larguísimos dedos: una primera mano de muerto completamente oscura, una segunda pintada con sangre y una tercera mano blanca como la leche recién hervida. Únicamente la última es benevolente, por el contrario las otras dos comparten la enfermiza urgencia de cerrar sus prolongaciones alrededor del cuello del infortunado que la llame o tropiece con ella en su territorio.
Su prima azteca es La mano peluda que se guarece en los agujeros de los muros y rincones velados de las casas de México y Colombia. Está cubierta de vellos, es una garra de filosas uñas que se encarama en la ventana para rasguñar el vidrio y atemorizar a los infantes que la ven deslizarse debajo de sus camas en sus inquietantes sueños.
En Castilla, España, todavía existe la costumbre de vadear cualquier charco, sea muy grande o muy pequeño, porque creen que en las aguas estancadas habita una enorme zarpa de renegridas uñas. La habitante de la humedad es una antigua entidad femenina y vengativa que se ocupa de los niños curiosos para arrastrarlos hasta la profundidad de su morada. Ahora, si analizamos y relacionamos cada circunstancia podemos deducir que el garabato protagonista de nuestros espantos se vale del agua, de charcos o inodoros, como medio para trasladarse, siendo a la vez el hábitat que le provee seguridad y subsistencia. A su vez, para lograr verosimilitud, la leyenda tuvo que reinventarse lo que significa que se adecuó a la modernidad, a las formas según el tiempo y el lugar: el pozo del siglo XIX fue reemplazado por la silla de porcelana del baño y las tres manos de diferentes colores son alegoría de las tres hermanas del folclore andaluz y sus destinos infaustos.
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Hay un atávico temor que se ciñe al hecho de perder la mano, debe ser porque nuestras manos son la principal conexión con nuestra humanidad: con ellas, desde el pasado remoto, trabajamos la tierra para alimentarnos, nos defendemos de nuestros enemigos y de las amenazas de la naturaleza, prodigamos caricias a quienes amamos y las recibimos, damos placer a quienes deseamos e incluso a nosotros mismos, levantamos y reparamos nuestras casas y sostenemos y dirigimos a nuestros hijos cuando son pequeños, firmamos nuestras promesas y pactamos nuestras alianzas, en fin, crean nuestro mundo. Este temor sustancial lo ha codificado el cine para imprimir en nosotros emociones indescriptibles. En Star wars: episode V (1980), Luke no sólo se ve vulnerable tras perder el brazo, es invadido por el miedo cuando recibe la confesión de Darth Vader que lo empuja al abismo de la desesperación ; el mismo Anakin Skywalker padeció el mismo tránsito, el escarceo con el lado oscuro, a deshumanizarse, tras sufrir la simbólica amputación; en Evil dead II (1988), Ash prefiere automutilarse a que sumano contaminada por la maldad siga apoderándose de él, dominando sus acciones, tramando contra él porque mucho peor que la inutilidad es una mano que obra en perjuicio de su dueño; una situación similar se relata en Idle Hands (1999), la mano del estudiante Anton Tobias es poseída por el diablo, en la película que es un vaivén entre la comedia y el terror usa la mano indomable como símil de una adolescencia sin control; furiosa, provocadora y excitada que debe ser contenida. Hay un horror ante la amputación por la violencia gráfica y el conflicto que causa en nuestra mente un cuerpo mutilado aunque también hay miedo por la degradación social que significa para los hombres que nos valemos de nuestras manos para ser quienes somos y así lo entiende Sid Hagain en Galaxy of terror (1981) y el frustrado Jonathan, en la película The hand (1981), que en el picó de su genio artístico un absurdo accidente le arranca el talento a este dibujante de cómics, dirige Oliver Stone.
Han pasado más de treinta años desde aquella pesadilla que asustó a Arequipa; el miedo se ha diluido, pero no ha muerto, espera latente en el quicio del tiempo como cualquier otra leyenda urbana y llegará el momento de su reaparición. Alguien apuntará hacia un montículo de basura, hacia las piedras que sostienen una cruz de palos o a la caprichosa forma de una mancha en la pared de un asqueroso baño de secundaria y gritará: ¡La mano negra!