ReBelación: Dina, la no mujer y su Ministerio

José Luis Ramos Salinas Por José Luis Ramos Salinas

Hace unos días en Sullana, luego de que Dina Boluarte escapara del pueblo enardecido rodeada de patrulleros; una ciudadana de aquellas que los medios capitalinos llaman “pobladora” o “vecina”, declaraba a la prensa alternativa, no a la que sostiene al actual régimen y que no dedicó ni un titular al acto soberano de repudio a la señora que ocupa Palacio, lo siguiente: “Ese es el gobierno que da vergüenza y siendo una mujer, lo peor, es una mujer; y ella dice que es nuestra madre… yo soy mujer, tengo familia, los amo y los cuido; esa señora me da vergüenza como mujer, no me representa”.

Y esto viene a cuenta del anuncio de “fusión” de ministerios, entre los que estaría el de la Mujer y Poblaciones Vulnerables que al juntarse con el de Desarrollo e Inclusión Social, tomarían un nombre por ahora desconocido, pero que podría ser Ministerio de Desarrollo Social, para recordar al FONCODES de Fujimori, o Ministerio de Asistencia Social a la Familia para darle gusto a las iglesias neopentecostales que borrarán eso  de que “el Estado reconoce a la Iglesia Católica como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú…”.

Diversas organizaciones han salido a protestar por la pronta desaparición del Ministerio de la Mujer, algo que han hecho en sus países diversos partidos políticos de ultraderecha conservadora, pero que a diferencia del Perú, ganaron las elecciones, porque aquí las perdieron, y necesitaron de una señora amante de los Rolex y las joyas para asumir un mandato que la ciudadanía no les dio.

Quienes reclaman por la desaparición del Ministerio de la Mujer muestran las brutales estadísticas de violencia contra la mujer y auguran cifras peores cuando no exista un Ministerio encargado de combatirla. Quienes justifican su cierre, repiten la cantaleta de la homosexualización de los niños a través de la “ideología de género”; o , y este argumento nos parece más serio, que el Ministerio de la Mujer en todos sus años de historia no ha logrado disminuir la violencia que sufren las mujeres.

Estos últimos, sin darse cuenta, nos dan la agenda política a este respecto. No se trata de desaparecer al Ministerio de la Mujer, sino de reorganizarlo para que logre sus objetivos como el de acabar con la violencia que sufren las mujeres. Pero eso no se logra, aunque ayuda, con implementar el enfoque de género liberal en la educación, la justicia, el sistema de salud, etc. Sino que solo puede lograrse trayéndose abajo al patriarcado. Y este particular sistema sexo-género no está en la cabeza “enferma” de los agresores, sino que atraviesa todas las estructuras sociales y por tanto mentales. Es decir, que no se puede acabar con él sin acabar al mismo tiempo con el sistema socioeconómico actual.

Por eso resulta contraproducente que estén adscritos al Ministerio de la Mujer el Inabif o el Conadis, por ejemplo, porque esto solo refuerza el estereotipo de vincular el cuidado al trabajo femenino. Esto sin mencionar la recetas de cocina que se publican en la página web del Ministerio. Qué distinto sería, si el Concytec pasara al Ministerio de quienes siempre han sido marginadas del trabajo científico, no para promover la participación de la mujer en la ciencia, sino para que la reformen de raíz.

Lo que se necesita entonces es un Ministerio no de la mujer, sino uno feminista. Un Ministerio que denuncie el trabajo no remunerado de las mujeres  que hace posible la reproducción de la fuerza de trabajo que explotan los dueños del país con la ayuda de los gobiernos de turno. Uno que interpele la llamada historia nacional que es en realidad la historia de los varones. Uno que no base su lucha en términos de identidad, porque eso impide la construcción del sujeto político, sino en la lucha contra la opresión venga de dónde venga y se ejerza sobre quién se ejerza. Uno que no esté pensando en cerrar la brecha de género y en la inclusión de la mujer en la actual sociedad; sino en clausurar la actual sociedad e inaugurar una nueva radicalmente distinta en la que no haya agresiones de ningún tipo y se respire verdadera humanidad. Uno, entonces, que comprenda que la lucha contra el machismo no es a favor del 50% de la sociedad, sino del 99% que sufre opresión del 1% restante, en el que también hay mujeres, por cierto.

Pero un Ministerio así es entonces imposible, porque ningún sistema político peca de suicida. Habrá que constituirlo entonces, no en el aparato estatal, sino en la sociedad civil, clandestinamente, si es preciso.