Escribe: Carmen Rivera, Catedrática Universitaria

“Hemos nacido en silencio/ el silencio en nuestro verbo/ construimos el lenguaje por temor/ y vamos tropezando tristemente/ entre palabras/ que hace mucho no nos dicen nada” (Lerma, 2010).

Impronta, reveladora y transparente, así es la poesía de Lerma, a sus 33 años parece que los versos recorrieron con madurez el paisaje de la vivencia inmediata, une palabras con una realidad que anhela no desvanecerse, la inspiración de su yo la vuelve tangible, cercana como si cada creación contenida crece con su recuerdo, se proyecta, se materializa, cobra vida en la lectura, después una sola sensación sale del letargo corpóreo: aire que respira en latido poético “Existo mucho más en mis poemas/ que en mi vida/ Cuando escribo pastoreo los demonios que me pueblan/ dejo que se alimenten del agua de la noche/ Hablo el idioma de mis fantasmas/ los traduzco” (Lerma, 2010).

Las metáforas son puentes interminables donde se cruza en diversos sentidos y direcciones, el orden está restringido, es una paradoja de la vida y las personas del mundo que la habitan, así es su poesía con objetos líricos incoherentes y discordantes,  contradicciones humanas que se plasman en una creación con fuerza, candela y fuego que confluyen en verso abrasador “Temo envejecer con tanta angustia/ mirarme en un reflejo/ verme como ella/ preguntarme dónde están mis hijos/ y no poder llorar de la vergüenza” (Lerma, 2016).

El yo de Alejandra Lerma no conoce lo esotérico, se descubre real en cada composición perenne e incesante, toma de aliada la pasión, la inyecta de fulguraciones, le da aliento como un dios hacedor para crear la atmósfera poética ideal donde confluye la simbología femenina con códigos interminables infinitos por descifrar en inútiles intentos, la palabra es la pista y la inspiración la respuesta definitiva, es hora de verla crecer, gatea, camina corre, es dueña ha triunfado “Debo elegir/ pero no quiero/ no me viene en gana/ decidir mi destino/ jugar a que soy dios y me doy vida/ jugar a que soy dios y me la quito” (Lerma, 2016).

Esas ataduras no tienen nudos se vuelven pañuelos que se agitan al destino, hay seguridad y el paso lento tiene una dirección, alcanza el objetivo, la rodea un mundo de música y armonía, pero también los sinsabores de una sociedad que en el espejo de la necesidad su reflejo se disipa atemporal y perenne “Quedaremos igual que en el principio/ desnudos/ sangrantes/ desposeídos de todo” Alejandra Lerma.

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