SANO JUICIO: Un arequipeño nace donde la da la gana

Escribe Federico Rosado

Mujer arequipeña, madre de familia, pero sobre todo mujer libre, así era Doris Gibson. La historia de la respuesta “Un arequipeño nace donde le da gana” es casi conocida, aunque creo que de la autora se conoce poco. Su vida, cargada de obstáculos, vicisitudes no ajenas a la época de los 1950, Doris con su yo desafiante, pleno de libertades, inaceptada por su inteligencia y terquedad, dicen que “dominante, altanera y terriblemente seductora”. Si Sérvulo Gutiérrez la pintó como la que era.Todo un atentado incluso para los tiempos actuales.

Doris Gibson fue un volcán, un huracán.

“Un arequipeño nace donde le da gana” expresa mucho más de lo que erradamente se atribuye al orgullo mistiano, es el signo vital de toda identidad étnica.

A partir de la década de 1950, momento de las migraciones altoandinas, Arequipa inicia una transformación cultural decisiva, aunque inicialmente oculta, turbada.

Mostajo había sentenciado que esta ciudad era “crisol del mestizaje”. Venía Arequipa de un fuerte españolamiento que comienza en 1540, con un regionalismo incesante.

Es muy necesario desenredarlo, el regionalismo no es esa falsedad absurda de un autonomismo, esa sobradera insulsa que tanto daño ha generado a los arequipeños, de ninguna manera. El regionalismo fue una construcción económica, política, intelectual y cultural cuyo enemigo directo era el centralismo limeño. Por eso pues el “León del Sur”. Por eso.

Perdonen, pero por eso me hice arequipeño. Porque Arequipa como dice la canción que debería ser su himno Mi Canto a Arequipa: “Arequipa lírica y audaz… tú siempre serás nuestro baluarte, cumbre augusta de la libertad… madre de las grandes rebeldías…».

Y, por lo mismo, en 1890 Jorge Polar proclama ““Años se ha batido Arequipa, bravamente para conquistar instituciones para la patria, no se nace en vano al pie de un volcán”. Justicia, democracia, dignidad, libertad. Es Arequipa. Es Arequipa.

No vivo del pasado, pero éste es enseñanza, aprendizaje. Melgar, Corbacho, García Calderón, Bustamante, Mostajo, Deán Valdivia, Neisser, Vargas Llosa, la Academia Lauretana, la Columna de los Inmortales. Liderazgos individuales y colectivos.

A eso refería doña Doris Gibson, aunque invierto la figura geográfica y me gustaría decir que uno “se hace arequipeño porque le da gana”. Y se hace acá, en Arequipa, venga uno de donde venga.

Por qué dejamos que esa identidad desapareciera. Qué pasó caray. Cuándo renunciamos.

El amañado orgullo generó la sospecha en los migrantes, los postergó, marginó, provocó una resistencia, los descontagió del espíritu verdadero.

Somos una ciudad sin alma, despersonalizada, arropada en la comida como factor clave identitario, como si el estómago fuera el constituyente que vertebra a los pueblos.

Hagamos que los nacidos y no nacidos en Arequipa se hagan arequipeños y que esta ciudad que celebra el aniversario de su fundación española retome como afirma su himno oficial “laureles de ayer”, pero renovados.