Escribe José Luis Ramos Salinas / Analista político
La libertad de prensa no es como, ingenua o astutamente, nos quieren hacer creer las corporaciones mediáticas que apoyaron, sin dudar, a Keiko Fujimori y a Dina Boluarte como encarnaciones de la democracia. Sino el derecho a exigir respuestas de parte de quienes tienen responsabilidades para con el país, la región, la provincia, el distrito o cualquier institución pública.
Por ello, el reclamo de que eran más de cien días sin que la presidenta escuchara a la prensa, más que levantar la voz era un acto de sumisión al régimen autoritario en marcha. Y la prueba es que luego Boluarte, con una cara que dejaba a la mamá del Chapo como una dulce abuelita, escuchó la pregunta que a cada periodista se le concedió en un acto magnánimo de su majestad; pero, por supuesto, respondió lo que le dio la gana, tomando nota primero del nombre del periodista o la periodista, para acentuar la opereta pinochetista. Pues ella sabía muy bien a quiénes se les permitió el ingreso a su baticueva, desde la que combate al Guasón y a las señoras que se paran en medio de una carretera a gritar contra la dictadura. Y esto sin mencionar las indirectas con las que insultó a quienes le hicieron preguntas tímidamente críticas si las comparamos con las interrogantes que quisiera hacerle el 93% de la ciudadanía que la rechaza.
Así, los medios capitalinos, que se llaman así mismos nacionales, esperarán otros cien días para volver a hacer el ridículo calculado de parecer críticos al gobierno. Cuando en realidad lo sostuvieron, lo sostienen y lo sostendrán hasta el 27 de julio del 2026. Idéntica actitud tendrá el Congreso, que necesita tiempo para consolidar el fraude que con nuevas leyes y modificaciones constitucionales ya ha organizado. El 28, que la señora se salve como pueda.
Así, este régimen que empezó como un mal cartoon, se ha tornado en cine gore de la peor categoría. Entonces, o nos compramos nuestras bolsas para vómitos o le ponemos fin a esta función del Congreso, su títere de amarillo, y sus “críticos”.