La crisis económica en Bolivia se agrava tras años de mantener un tipo de cambio fijo y subsidiar combustibles. Esto ha generado una rápida depreciación de la moneda y un fuerte desequilibrio fiscal.
Bolivia enfrenta una profunda crisis económica debido a la caída de sus reservas internacionales y a un creciente déficit fiscal. La combinación de un tipo de cambio fijo, mantenido durante años, y los costosos subsidios a los combustibles afectaron gravemente la estabilidad financiera del país. La moneda boliviana se depreció, y el descontento social crece en medio de estas dificultades.
Entre 2005 y 2014, Bolivia experimentó un período de bonanza gracias al control estatal sobre la producción de hidrocarburos y a los altos precios del gas en el mercado internacional. Durante esos años, el país creció a un promedio de 5% anual, uno de los más altos en América Latina. Sin embargo, desde 2014, la caída de los precios del gas y la reducción en la producción han afectado de forma significativa las finanzas públicas.
El impacto de esta crisis ha sido profundo. Bolivia pasó de tener un superávit fiscal a registrar déficits promedio de 6,8% del PBI entre 2014 y 2019. En 2022, la deuda pública alcanzó el 82% del PBI, un nivel similar al de 2005. Además, las reservas internacionales se redujeron a su nivel más bajo desde 1991, apenas alcanzando el 3,8% del PBI al cierre de 2023.
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Uno de los principales factores que presionan las finanzas bolivianas es el elevado costo de los subsidios a los combustibles. Para 2024, se estima que estos subsidios sumarán 4 mil millones de dólares, lo que representará un 8% del presupuesto público. Además, la política de mantener el tipo de cambio fijo durante 15 años ha erosionado las reservas internacionales y debilitado la moneda, que ha perdido cerca del 40% de su valor.
Las consecuencias de esta situación ya se manifiestan. En abril, la calificadora Moody’s degradó la calificación de riesgo de Bolivia, acercándola a niveles de especulación extrema. En agosto, la inflación alcanzó el 5,2%, mientras que las importaciones de bienes de capital y materias primas cayeron un 14%, lo que refleja una preocupante desaceleración económica.
A pesar del reciente aumento en los precios del gas, es improbable que Bolivia repita el período de bonanza que vivió entre 2005 y 2014. La pérdida de competitividad en el sector de hidrocarburos y la creciente dependencia de importaciones de combustibles complican aún más el panorama.
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