Escribe: Carmen Rivera, Catedrática Universitaria

“Ilumina el verano bajo el vuelo de los pájaros/ Avanti / Iluso modo de persuasión/ De lejos evoco su cabellera/Insensata/ Cuarzo del deseo/ Bella Arena ámbar (La adolescencia perdura)” (Valcárcel, 2013).

Poesía breve, endulzada con imágenes construidas de la intuición, palabra completa, mímesis, círculo de inspiración, la rima libre engranaje ideal, el ritmo de la composición evocaciones de amor: “Tú puedes dirigirte hacia mí/ O en otra dirección/ Mientras las manos juegan con mi cuerpo/ Se hacen barro-plastilina-arena/ No tienen prisa ni gloria” (Valcárcel, 1999).

Rosina, de padre poeta, escribe para que su yo incite a descubrir ese vocablo escondido, la palabra no dicha, el pensamiento prohibido, anhelos cubiertos de una marca sensual perfecta. Ese verso está anudado, un manifiesto apasionado se convierte en sangre y fluye hasta completar el ciclo mágico de la compenetración perpetua: “Avasallando la urbe con el perfil de astros/ La mano excitable/ Su tono grave me sermonea/ Oscila con el vendaval cotidiano/ Y la vastedad marginal de la quimera (Valcárcel, 1999).

“De un lado me libro de los matices oscuros, de otro tengo presentes los colores magenta de cada pareja. Como un faro sobre un río, como una flor bajo la luna, como una piedra bajo el sol” (Valcárcel, 2013). La reminiscencia es tácita ante un recuerdo que se queda se niega a salir, se encadena, las manos están atadas, una cruel frustración, la vida en el disfrute o el disfrute en la vida. Disputar la existencia sin rifarla, robar segundo a segundo el placer carnal de la pertenencia, una propiedad que no existe, ya se adquirió, la compró la noble y perpetua sinrazón esa que desarma intenciones y fortalece la predisposición amatoria.

Sentimientos que llegan como un torrente, el contraste en sus poemarios, testimonios y confesiones a los que les otorga un nombre propio: padre, madre, parejas y amigos para ellos es la composición poética, ella respira jadeante el término que involucra, pausa la realidad para el acople perfecto, la inspiración es causa para la escritura y la lectura es un pretexto para vivir, esa es Rosina Valcárcel la que no se inmuta, transforma y convierte el verbo en un camino hacia el encuentro de un yo inevitablemente femenino  “Vibra en mis pechos el viento/ y tu animal se disipa/ El anzuelo sobre la orilla/ hila una doble artimaña/ Sola una mujer” (Valcárcel, 2011).

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